miércoles, 23 de mayo de 2007

RETRATO DE UNA OBSESIÓN

Era sólo cuestión de tiempo que un director atípico reparara en la extraña obra de una fotógrafa inusual. Como era de prever, el resultado se aleja del biopic formal, para construir una de esas rarezas cinematográficas que tanto se agradecen. Dignificar lo que otros desprecian, ¿qué es si no lo “políticamente correcto”?.
“¿Me cuentas un secreto?”
Yo te contaré uno. El corazón de una mujer está lleno de ellos. Stanley Kubrick lo sabía y, en su línea habitual (es decir, mejor que nadie), los exploró en Eyes Wide Shut, su último trabajo. En realidad, son tantos, “que no cabrían en la inmensidad del océano” (Titanic), y muchos de ellos derivan de la pregunta que Ernst Lubitsch formulara a Jennifer Jones en El Pecado de Cluny Brown: “¿Cuál es tu sitio?”.
¿Alguien sabe cuál es el suyo? ¿Y si éste estuviera equivocado?

A finales de los años 50, Diane Arbus, de familia acomodada, decide cambiar el rumbo de su vida. Quizás porque “sólo tenemos un corazón y hay que serle fiel” (Amar peligrosamente), quizás porque sólo hay una vida y es necesario decidir cómo se ha de utilizar.

Es, precisamente, en los personajes ficticios de Rose (Kate Winslet) y de Sarah Jordan (Angelina Jolie), en los que encontramos los referentes cinematográficos de este personaje real, el de una mujer que, teniendo todo cuanto se puede desear, se ahoga en un mundo con el que no es compatible. Pero, como la peor realidad siempre supera a la mejor de las ficciones, aquí no habrá una causa poderosa para abandonar, y sí un marido ejemplar que lo impide. Es inútil posicionarse al lado de uno o de la otra, porque los dos tendrán razón... o ninguno.

De manera original, la película parte de una de las fotografías de Arbus, un retrato de desnudos en el salón, ésta vez en movimiento. Y, a través de un largo flashback, se crea una fantasía, - a ratos, ridícula-, sobre la transformación de la protagonista en mariposa. Se sabe que existen dos historias que contribuyen en el salto, Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll y el filme de Tod Browning La Parada de los Monstruos, por contener la presencia de “otros mundos”.
Ésos son los que a ella le interesan, aquéllos en los que viven los “aristócratas” de lo insólito. Pero, sobre todo, se sabe que hay una persona que influye en su obra de manera irreversible, Lisette Model, que no es otra que el vecino misterioso (oso) que protagoniza esta historia; un acierto sobresaliente del guión.

Esa nueva vida, como la de todo genio inseguro de su propia valía, desemboca en la autodestrucción. Y es en este punto en el que el director se gana el respeto de esta cinéfila, el mismo que él muestra por el personaje que trata. El respeto con el que aborda Olivier Dahan la figura de Edith Piaf en La Vie en Rose. El que nunca tuvo Miguel Hermoso en Lola, la película. Y es que nuestro cine es diferente porque nosotros lo somos.

A partir de este momento, el metraje se convierte en una sucesión de retratos, predominando los primeros planos de los personajes, los encuadres imposibles y una exquisita fotografía. Otro acierto de la dirección que, básicamente, indica que esta película no es un paseo por la vida de la fotógrafa, sino un recorrido certero por su obra.

El tercer acierto lo constituye la dirección artística y el cuarto y último, Nicole Kidman.

Sin embargo, los tres primeros se declaran insuficientes para salvar una historia que, irremediablemente, naufraga. La sutileza de Wilson al mostrar a Model como el claro referente de la bisexualidad de Diane, se desvanece al desarrollar un relato de técnica difusa y carente de ritmo, con la inclusión de un elemento extraído de un filme de Cocteau, La Bella y la Bestia, que sólo servirá para que los críticos de cine rellenen sus columnas.
El director, por su parte, siempre extraño y, en otros trabajos, brillante (Secretary), no consigue unificar las diversas piezas del engranaje, recurriendo constantemente a la actriz principal que, en ningún momento, adapta al personaje. El personaje se adapta a la actriz. Por este motivo, el homenaje, más que para la propia fotógrafa, es, en no pocas ocasiones, para Nicole. Nicole en peligro, Los Otros; Nicole como ama de casa, Las Mujeres Perfectas; Nicole, ser atormentado, Las Horas. Nicole nos ha costado un ojo de la cara y la exprimimos como a un limón. Nicole, con una combinación blanca de tirantes y un abrigo de pelo (¿de qué parte del pelo sería el cuello del abrigo?) en unos fotogramas inolvidables que nos recuerdan a Elizabeth Taylor en Una Mujer Marcada, de Daniel Mann. Su partenaire, Robert Downey Jr, resultará más convincente de gato que de humano.

El resultado se traduce en un fracaso absoluto de taquilla en Estados Unidos. En cualquier caso, obviando este dato, sí que conviene saber que ésta es una película rara, para gente similar.
La recomiendo.

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