jueves, 24 de mayo de 2007

JUEGOS SECRETOS. TODD FIELD

Esta película consiguió que "odiara" al director. Ya tienen que ser muy buenos sus próximos trabajos para evitar la ira de mi pluma....
"Te he visto muy suelta", me comentó un gran profesional en el arte del critiqueo cinematográfico. Ese día supe que mi mala leche se transformaba en "soltura". Me gustó la idea.
Película elaborada a partir de un argumento agotado, material caduco acogido a una técnica narrativa tan prescindible como innecesaria, de ritmo irregular y empalagoso que, tras dos horas interminables, depara la muy dudosa redención de sus protagonistas. Especialmente recomendada para los lectores más conservadores del NY Times.

JUEGOS SECRETOS (LITTLE CHILDREN)

En el cine de los últimos años, “el experimento Amélie” ha funcionado, hasta el momento, en una sola ocasión, en Amélie. La presencia de un narrador que presta sus servicios a lo largo y ancho de toda la cinta, sólo tiene sentido si su intervención contribuye a la introducción de imágenes que explica y complementa. Si no es así, si no es ésa su labor, sus aportaciones resultan redundantes, molestas y, en no pocos momentos, incitadoras del tedio.

Ahí se encuentra la diferencia entre realizar un determinado planteamiento por necesidad o por capricho. Y este capricho, resta brillantez a Largo Domingo de Noviazgo del mismo director, propicia el fracaso de guión en la reciente adaptación de El Perfume, y constituye el principal error de la película que hoy comentamos.

En este caso, recurrir a una estructura inadecuada, que se fundamenta en una incansable voz en off que nada aporta al relato de la pantalla, no sólo eterniza el ritmo narrativo y desespera a los amantes de los personajes bien construidos, sino que llega a resultar ridícula en innecesarias descripciones. Recordemos la “presentación” de Jennifer Connelly, a la que llevamos viendo más de una hora en la película, o la escena que se produce debajo de la mesa.

El capricho –y no la necesidad- de ampararse en esta técnica, es también el responsable de que aflore la diferencia abismal existente entre los diálogos –terriblemente mediocres- y las exquisitas frases que componen la narración auxiliar, es decir, entre el guión propio de la película y la novela de la que procede. Lo cual, sólo indica que nos encontramos ante un escritor aceptable, Tom Perrotta, y ante una pésima adaptación. Una adaptación nominada, no obstante, a los premios grandes, lo que también tiene –como casi todo en la vida- una explicación que yo no entiendo.


A pesar de partir de una premisa equivocada, desarrollar un argumento cinematográficamente agotado, evadirse por una subtrama digna de telefilme, y deleitarse en situaciones irreales, la película alcanza la resurrección cuando tiende al humor, a veces, negro de las comedias británicas, cuando recrea las escenas propias de Las Chicas del Calendario o de Funerarias S.A., como sucede en las tertulias del Club del Libro o en las meriendas en el parque.
Sin embargo, vuelve a perder el pulso al querer convertir a una mujer del siglo XXI en la protagonista de un culebrón victoriano del soporífero James Ivory, al cruzarse en el camino de las comedias americanas de los años sesenta y utilizar el método de la pantalla partida y compartida (Confidencias a Media Noche), al mostrar un tímido intento en la desestructuración del guión en el momento en el que “la hermética personita que vuelve loca a Kate” todavía habita dentro de ella.

Y muere, irremediablemente, en las innumerables e interminables escenas que transmiten –y contagian- el aburrimiento y la monotonía de unas vidas vacías al espectador.
Muchos de estos aspectos se podrían haber evitado. Si echamos una rápida ojeada a la Historia del Cine, descubrimos (la filmografía de Stanley Kubrick lo corrobora) que la alteración del orden secuencia sólo conviene ser aplicada a requerimiento de la propia historia (no es el caso) y cuando ésta lo justifica. Encontramos Cenizas de Amor en 1.941, en la que a King Vidor le bastan tres planos para mostrar la rutina, el hastío y la crisis existencial del protagonista, (nos habríamos ahorrado las amuermantes sesiones de piscina). Y llegamos a la conclusión de que la improvisación que caracteriza a las cintas de reparto coral de Robert Altman no resulta creíble en otros cineastas.


En última instancia, cuando el sentido cinéfilo alberga la remota esperanza de asistir a un final Paul Haggis que amortigüe la desagradable sensación de haber perdido el tiempo, nos encontramos con un desenlace no concluyente, abierto a múltiples interpretaciones, no exento de un atractivo incapaz de salvar una película condenada desde el minuto diecinueve, que deja un mensaje incierto. Un mensaje que ofrece mucha tela que cortar, pero que, por respeto al lector, me llevaré a la tumba del pensamiento. Sí que recomendaré, en esta misma línea de crítica social (poco critica Juegos Secretos), una producción USA-UK del año 2.001, dirigida por Rose Troche y estrenada en España en noviembre de 2.003 con el título de La Seguridad de Los Objetos. De temática similar, menos pretenciosa y más certera que la presente, garantiza un impecable desarrollo y una magnífica interpretación de Glenn Close, como guinda de su extenso elenco.

... Y ésta es la historia de una excelente fotografía y de una atrayente dirección artística, obsesionada por los relojes, que colaboran en Little Children, que fracasó estrepitosamente en las taquillas. Una realidad que contrasta con el sobrevalorado filme del muy considerado Todd Field que nos han vendido los críticos americanos, quienes, quizás, buscan desesperadamente un Stephen Frears inglés o un Pedro Almodóvar español para asegurar su propia identidad.... ¿quién lo sabe?.

Sabiéndolo o no, me queda el convencimiento de que la señora de Sam Mendes es una de las mejores actrices de todos los tiempos, de que la secundaria es insultantemente “guapa, muy guapa, de largas piernas”, de que la vida de Emma Bovary no provoca una catarsis a los veinte años y sí veinte después, y de que llegará un día en el que, tal vez, descubra algún misterio interesante en este metraje.
De momento, ésta –y no otra- es mi humilde opinión.

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