jueves, 24 de mayo de 2007

LA ALIANZA DEL MAL



He de confesar que me gusta escribir porque me río mucho cuando lo hago. Sé que esa ironía no trasciende al lector. Es lo que un gran amigo llama "mi sentido del humor", que no se corresponde con "el sentido común del humor" de nadie. La verdad es que no me importa. ¡Y lo bien que me lo paso yo....!
Una especie de ‘Sensación de Vivir’ diabólica, versión masculina de Jóvenes y Brujas, que se remonta a los inicios de Harry Potter. Con una interesante base argumental y unos efectos especiales, a ratos, imponentes, La Alianza del Mal, se encarga de transmitir un importante mensaje, en unos exteriores que han sido rodados a orillas del Júcar, en la muy noble villa de Jorquera.
(Ésta era una inocentada. La crítica se publicó el jueves, día 28 de diciembre de 2.006). No faltó quien llamó al periódico diciendo que "en Jorquera no habían rodado ná".
Fue divertido).
Parece que fue ayer cuando el 2.006 se estrenaba con una terrorífica y escalofriantemente mala Trilogía. Tres películas que coincidían en cartelera para la desgracia del espectador, atendían a los títulos de Doom, Alone in the Dark y La Caverna Maldita, y que ni siquiera los incondicionales del Género pudimos defender.
La verdad es que nadie dijo que fuera fácil hacer cine de terror –del bueno-, de ése que, con un argumento (en la medida de lo posible) coherente y con una estructura bien elaborada, consigue dar miedo, y no se limita a la reproducción de cuatro sustos puntuales y predecibles. Se presupone que, dentro de la dificultad que entraña el adentrarse por estos derroteros, resulta especialmente complicada la creación de monstruos extraterrestres, ultraterrestres y supraterrestres que exterminan a la especie humana. El resultado es que no se ha hecho nada decente desde el Alien de Scott, y que la cosa fue decayendo hasta desembocar en estas paranoias de inmundicias aladas, descarnadas y pelonas, que no dieron ni asco.

El resto de meses transcurrieron con Terror en la Niebla, en la que hubo más niebla que terror; con la primera secuela (que no será la última) de Underworld, que confirmó que nunca segundas partes fueron buenas; con un exorcismo del que se apropiaron indebidamente los U.S.A. (hasta eso les da envidia); con la correspondiente réplica de poseídos que ofrecía el cine alemán; el remake número veintisiete de La Matanza de Texas; la enésima entrega de Saw, que, definitivamente, abandona la línea de angustia psicológica que la hizo famosa, para pasarse al gore (aún me mareo al recordarla), y con la que los críticos consideraron la mejor de todas ellas, (no era difícil elegir), Las Colinas tienen Ojos.

En la última semana de un año que nada nuevo ha aportado a este tipo de películas, llega a las pantallas La Alianza del Mal, que, inexplicablemente, se comercializa como una historia de terror no recomendada para menores de 18 años, (¡misterios de la publicidad!), cuando, en realidad, sólo es un videojuego de batallas asépticas, que utiliza armas inofensivas que se han de esquivar.

Parte de una idea interesante, según la cual, cinco brujos consiguen escapar de Europa en el siglo XVII para establecerse en los Estados Unidos, en donde fundan una nueva ciudad. Uno de ellos es descubierto y quemado en Salem, mientras que el resto de familias realiza un pacto de silencio para garantizar su supervivencia. Cuatro siglos más tarde, los descendientes directos de los magos, son niñatos ricos y guapos, que conducen coches de ensueño, son populares en el instituto y, además, poseen unos poderes que han de utilizar con precaución.

Se continúa con claras alusiones a algunas novelas de Stephen King, como El Cazador de Sueños, que relata la vida de un ser diferente, como lo son los protagonistas de esta historia; El Resplandor, en la que un niño desarrolla poderes paranormales y es capaz de descubrir a quienes son como él, tal y como sucede con los cuatro jóvenes; y El Cementerio Viviente, en el que un espíritu bondadoso advierte de un peligro inminente.

Y se completa con algunos efectos especiales sorprendentes, entre los que destaca el alucinante choque frontal contra un camión, así como con una estridente banda sonora, que intenta mantener viva la vieja creencia de que algunos grupos de rock incluían textos satánicos en las letras de sus canciones, que podían ser escuchados girando los discos al revés. (No sigáis pensando en casa que aquel Lp de la E.L.O. “salió malo”, es que sucumbí a la curiosidad).

Sin embargo, y a pesar de contar con un planteamiento que da el juego necesario para desarrollar una buena película, pronto se encargan los guionistas de romper con el encanto. Se dedican a desdibujar a todos los personajes y a quitarles el protagonismo, sin previo aviso; a crear chicas desvalidas y anodinas que se asustan ante insignificantes arañas (yo me vacuné en Aracnofobia); a plagiar residencias estudiantiles que hemos visto hasta en El Tuno Negro; a no ser capaces de generar ni la más mínima tensión, y a rematar la faena con una tediosa e interrumpida lucha final... insufrible.

En cualquier caso, no estoy de acuerdo con los comentarios que escucho Al Salir del Cine (un ejercicio de enriquecedor cotilleo que recomiendo al lector), en los que se bromea con el “trasfondo político y la carga intelectual” de esta película. No estoy de acuerdo porque ésta es una historia que está, básicamente, dirigida a los adolescentes, y en la que sí que es cierto que existe un mensaje importante y directo, que los guionistas se encargan de explicar con detalle y de repetir hasta la saciedad: “El Poder es adictivo, aumenta con la edad, y si no lo sabes controlar, te acaba destruyendo”.Y es que, en efecto, hay “poderes” en forma de cilindro, polvo blanco, líquido, pastillitas de colores... con los que no conviene coquetear. Es más, a los que ni siquiera interesa conocer. Evidentemente, la vida va de otro rollo.
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Me gustó el mensaje de esta película. Claro y directo. No debería ser el único.


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