jueves, 24 de mayo de 2007

LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS. ISABEL COIXET.

He retocado tantas veces estos comentarios, que ya no sé cuáles son los que me gustan. Como mi intención es guardar en este blog todo lo que escribo, colgaré todo lo que encuentre.

En cualquier caso, sigo sosteniendo que ésta es una de las mejores películas del cine español.



“Las historias pasan a través de mí” es la frase con la que Isabel Coixet resumía “La Vida Secreta de las Palabras” en la ceremonia de entrega de los Premios Goya de 2.005. Una frase tan hermosa como trascendental que, por sí sola, define el trabajo de una magnífica escritora que un día sintió la necesidad de poner imágenes a sus relatos.
La frase con la que se debería recordar esta película y a su creadora; alguien que nunca habitó en mi Santoral Cinematográfico.



Las estudiantes de media Europa bailábamos “La Dolce Vita” de Ryan Parish con la única preocupación de elegir el color de sombra de ojos que compatibilizara con un bolso nuevo. Cuando nos convencíamos de que el rojo y el gris podían formar una combinación perfecta, volvíamos a abrir nuestros libros de texto para memorizar que la O.N.U., sucesora de la S.D.N. de 1.918, se creaba tras la Segunda Guerra Mundial, era suscrita por muchos países, y su objetivo fundamental consistía en solucionar las diversas y posibles desavenencias futuras de forma pacífica. En última instancia, se debería intervenir militarmente para prevenir nuevas guerras en el mundo.

Mientras seguíamos tarareando el “I like the dolce vita”, los territorios de la Zona de los Balcanes, históricamente conflictivos, entraban en guerra; algo impensable para aquella Europa en la que nos había tocado vivir.
Durante los años siguientes, las quince protagonistas de la narración de Cora, -chicas de nuestra edad, con nuestras mismas aspiraciones e inquietudes-, simplemente por la casualidad de haber nacido en una zona geográfica determinada, dejarían de esbozar una sonrisa al recordar aquella insulsa canción del pop italiano, y comprenderían que ni bastan las buenas intenciones de las Organizaciones Internacionales, ni que todo lo que se aprende en los libros de Historia es estrictamente cierto.

Partiendo de este argumento, a cualquier cineasta –medianamente aceptable- le resultaría relativamente fácil desarrollar el resto de la trama, rodando en ciudades devastadas por una guerra, como todas, sin sentido. Sin embargo, qué terriblemente difícil debe ser querer transmitir la misma historia eligiendo como únicos aliados un pequeño escenario, dos personajes y algún soporte en el que poder escribir.

- Un pequeño escenario, el que se traslada a una plataforma petrolífera ubicada en medio de ningún lugar. El reducido espacio físico que constituye la minúscula extensión a la que llegan los pensamientos cuando no se sabe mirar en otra dirección, cuando no se consigue ver más allá de un océano insalvable que ofrece pocas alternativas a quien “no sabe nadar”, como confiesa uno de los protagonistas. Un lugar aislado y confuso dentro del mar desordenado de sus propias mentes, día y noche azotado por olas susceptibles de ser enumeradas, como lo son las vivencias y remordimientos de dos seres atormentados.



- Dos personajes. El hermetismo frente a la extroversión.
La extroversión de “el paciente indiscreto” (Tim Robbins); ésa que nace en quienes tienen la necesidad imperiosa de contar todo lo que acontece –o no- en sus vidas. La misma que padecen quienes tienden a la imposibilidad de acallar sus sentimientos, sus sensaciones, y deciden manifestar su percepción de los hechos a los demás, sin prever las consecuencias. La misma extraversión de quienes, en realidad, lo único que siempre han pretendido es desviar la atención sobre la verdadera historia que jamás quisieron contar, la que ni se atreven a mencionar. Un episodio del que el protagonista masculino sólo conserva una fotografía, un mensaje que no escuchará, la evocación de un libro que nunca debió regalar y una eterna pregunta en la mirada: ¿Cómo se consigue vivir con el pasado?.
El hermetismo de la enfermera “pelirroja” (Sarah Polley) que le cuidará durante unos días. La postura opuesta a la extroversión desmedida. La introversión hermética que persiste en quienes nada cuentan, no porque nada tengan que decir, sino porque consideran el silencio más enriquecedor que las palabras, y escuchar, la mejor manera de mirar al futuro. La decisión de quienes pueden bajar el volumen del mundo y saben pedir que se les deje en paz. El mismo hermetismo que no duda en hablar claro y sin tapujos llegado el momento, y que, valientemente, se enfrenta a cada detalle agradable o pernicioso de su pasado. A ella no le importa admitir su incompetencia para poder vivir conciliando presente y pretérito, cuando las propias circunstancian aconsejan que una manera de hacerlo es “matar el tiempo, antes de que el tiempo te mate a ti”.
Dos Personajes. El hermetismo frente a la extroversión. Dos mecanismos de defensa psicológica de idéntica intensidad, con el mismo objetivo, igualmente válidos para sobrevivir.
Lo que contamos, lo que preferimos callar, lo que queremos que se acierte, lo que no permitimos que se descifre, lo que deseamos pronunciar, lo que deliberadamente omitimos, lo que relegamos al olvido, lo que sentenciamos a muerte en el pensamiento; la esencia que se adivina en la vida secreta que toda palabra oculta.

- Un soporte en el que poder escribir. Cuando la directora decide contar esta historia con recursos tan limitados, la única manera de que ésta “pase a través de ella” y consiga llegar al espectador en estado puro, es utilizar como único soporte de escritura el alma de los personajes. No es una cuestión de inmaculada sencillez, es un síntoma inequívoco de maestría cinematográfica, la que se fundamenta en uno de los signos externos que caracterizan la insólita forma de transmitir de la cineasta catalana, y que confiere a este trabajo el calificativo de “imprescindible”. Es ese excelente “toque americano” que se atisba en esta creación y que, por supuesto, nada tiene que ver con el hecho evidente de situar el relato fuera de nuestras fronteras, solicitar un reparto internacional, y apellidar a los personajes con nombres anglosajones; sino que se deriva de una habilidad innata, (especialmente presente en las mujeres), para ahondar en los corazones humanos.

No sólo por “Cómo se cuenta”, también por “Lo que se decide contar” y, sobre todo, por “Lo que se calla”, “La Vida Secreta de las Palabras” es, sin duda alguna, una de las mejores películas del Cine Español.
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Lo he pensado mejor: no colgaré más comentarios de esta película. Básicamente, serían los mismos. Y ya está bastante aburrido el ¿posible? lector.

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