jueves, 24 de mayo de 2007

G.A.L.

Esta crítica me ocasionó (en mi Tierra, se dice "me acarreó") muchísimos problemas en un foro de Yahoo. La polémica duró meses....... Bueno, al menos, de allí, salieron buenas amistades virtuales. Aun así, sé que nunca se me perdonó el ataque directo que realizaba a cierto diario nacional. Sinceramente, no lo entiendo.

Con un argumento que supera al mejor trhiller político americano, (¡lo que habría dado Oliver Stone por ser español!), esta producción de Mundo Ficción se centra en las investigaciones periodísticas que destaparon un escándalo “sin precedente en la historia de las democracias”, según sus responsables, quienes, curiosamente, la han llamado “GAL”.


GAL es, en realidad, un paquete formado por el reportaje, la película y el Cómo se hizo, que no descarta la posibilidad de convertirse en trilogía, con lo que Paco Ariza podría llegar a ser más famoso que Torrente.
Evidentemente, si el tal Ariza asegura en el reportaje que “hay mucho más” y ese “mucho más” no se cuenta en la película, es porque Melchor Miralles (un señor encantador donde se halle) podría estar preparando la segunda parte, Gal: La Historia Interminable.

El reportaje se emite durante dos días consecutivos, previos al estreno y en horario de máxima audiencia, por un canal autonómico, y su objetivo es, básicamente, destripar con precisión quirúrgica la película.
Cuenta con dos momentos fascinantes, que se derivan de las líneas de investigación seguidas por los periodistas y que les llevan a dar con un zulo revelador, así como a conocer a la supuesta amante del peculiar funcionario público. De igual manera, Pablo, el director, relata unas conversaciones interesantísimas que mantiene con ciertos políticos.
Me inclino a pensar que el “destripamiento” se realiza sin mala voluntad, presuponiendo que todo el país recuerda los entresijos del caso, pero olvidando que hace más de veinte años éramos muchos los españoles que ni votábamos, ni pagábamos impuestos ni leíamos la prensa, por no tener edad para hacerlo. Claro que, también llego al convencimiento de que conociendo la silueta del argumento y todos y cada uno de los detalles del fondo, ya no tiene sentido pagar 5,80 pavos en el cine.

Los seis millones de euros que se han invertido en esta producción, se traducen en una peliculita modesta, con ciertos tintes de serie de televisión, pésima fotografía y ambientación mejorable. Nos encontramos, sin embargo, ante una historia bien contada, de estructura impecablemente simple y guión cinematográfico cargado de tópicos del género, que comete el error de insinuar un rollito sentimental que, ni viene a cuento, ni ofrece atractivo al metraje, ni aporta un pimiento a la trama.
A lo largo de la proyección y, una vez más, por culpa del reportaje destripador, mi memoria cinéfila vuela a los Juegos Olímpicos del año 72, me hace recordar cómo el gobierno de Israel se desvincula del comando de Múnich y me obliga a pensar que los miembros de los servicios secretos españoles no tienen ni un pelo de listos. Mientras tanto, la memoria histórica me sacude cuando se da por hecho que Juanito, el ministro, ingresa en la cárcel por ser el organizador de la banda antiterrorista....... estando yo convencida (¡qué ilusa!) de que fue por culpa de un asunto con los fondos reservados.
Con una Natalia Verbeke, a ratos, increíble y un José García creíble sólo a ratos, el único protagonista es el edificio que aparece “siete años después”, en un imponente primer plano y conservando su verdadero nombre; un aspecto curioso en un filme en el que Pedro se llama Pablo y Vicente se llama Luis.
No es Todos los Hombres del Presidente, pero sí una apuesta, cuando menos, interesante del Cine español, en la que no faltan ni picos patrióticos ni monólogos escalofriantemente ridículos, muy alejados de aquel “Que se haga justicia, aunque se abra la Tierra” de la inolvidable JFK.

El Cómo se hizo me mantiene despierta hasta las cuatro de la madrugada, pero he de admitir que merece la pena por la pregunta que plantea: “¿Qué se oculta detrás de esta película?....” Claro que, cuando empiezo a pensar que esto es el Código Da Vinci y que debe de haber algún mensaje extraño que se me ha pasado por alto, la voz en off llega a la conclusión de que “lo único que se oculta detrás de la película es el deseo de superar el éxito de crítica y público de Lobo”. Es aquí donde comprendo eso de la “subjetividad honesta” de la que habla Miralles (un encanto de señor donde los haya), pero me siento decepcionada como cinéfila, porque esperaba muchísimo más de él como productor.

En cualquier caso, no me siento yo tranquila. De repente, al ver la película, me da por pensar que cualquier negociación con la banda terrorista es impensable, ni siquiera en aras de un proceso de paz; que si hubo un gobierno democrático que mintió, esto se puede volver a repetir, si es que no se está produciendo ya, en este momento; y que quienes fueron capaces de destapar el mayor escándalo de este país cuando todos lo negaban, pueden estar tras la verdadera pista de otra conspiración, por descabellada que hoy parezca. Es increíble todo lo que me incita a pensar Mundo Ficción, sin pretenderlo.
Pero como lo mío es el cine, lo que más me interesa es saber qué ha escrito de GAL quien dijo que la última peli de Oliver Stone era “un telefilm”. Sea lo que fuere, espero su sinceridad, porque ya no existe Diario 16, que era el que despedía.

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