jueves, 24 de mayo de 2007

HOLLYWOODLAND

Affleck no ganó el Óscar, ni siquiera estuvo nominado.
La guapa cinéfila aprobó con unas notas excelentes. Hoy es una encantadora residente que se especializa en cuestiones del corazón.....
Ésta es una de esas "críticas pretenciosas" en las que no sólo detecto los errores de los filmes, sino que también me atrevo a dar soluciones. Que no os extrañe.... alguien dijo que la ignorancia es atrevida. Claro que, alguien dijo más tarde que este tipo de críticas le aportaban mucho. Y no lo dijo un crítico cualquiera. Digamos que, por encima de él, sólo hay mediocridad.

“Los guiones son penosos, es todo ‘como cochambroso’, pero tu interpretación es magnífica”.

Ésta es la definición que ofrece Paul Bernbaum de la serie de televisión americana de los años cincuenta Adventures of Superman, que nos llega a través de los labios de la maravillosa Diane Lane. Una frase que podría ser incluida en el universo de las premoniciones, tal vez porque, sin saberlo, el guionista estaría augurando el resultado de Hollywoodland.
Al menos, en algunos apartados, así ha sido.

La verdad es que no se puede hablar de un “guión penoso”, realmente, no lo es, aunque resulta evidente que éste responde a un planteamiento inadecuado.
Utilizar un formato que permite relatar dos o más historias que encajan y se alternan es tan interesante como arriesgado. Sin duda alguna, una técnica narrativa tentadora para cualquier cineasta, que suele funcionar si está bien aplicada, pero que se convierte en un arma de doble filo cuando sus responsables no logran desarrollar todas ellas con fluidez. Basta que una de las historias falle, en todo o en parte, o que no sea lo suficientemente atractiva para dar al traste con el invento. Y ahí es donde se encuentra el error de Hollywoodland.

Se pretende realizar un homenaje al actor George Reeves, y lo único que se consigue es sumergir al público en un mar de dudas, no con respecto a su muerte –no esclarecida- , sino sobre su propia vida. Una vida que se vislumbra apasionante, que incita a buscar información adicional sobre el mítico actor televisivo (ejercicio que recomiendo), pero que en la película no se termina de perfilar al estar continuamente interrumpida por otra historia paralela, tediosa en sí misma, y torpemente narrada, de regalo.

Se abusa de la presencia escénica de Adrien Brody simplemente por ser Adrien Brody. Se le convierte en actor principal situándole en el centro de un argumento que va destinado a mostrar el lado oscuro de Hollywood, pero que se materializa en un amago del peor cine negro, y que incluye una infinidad de aspectos personales de una vida que, sinceramente, ni interesa ni conduce a ningún lugar.

En el resultado final se aprecia claramente que la historia principal sobra, y que la auxiliar (verdadera protagonista) está tan dosificada que no se llega a saborear, quizás por tratarse de un proyecto demasiado ambicioso para ser abordado por un director debutante, un guionista debutante y un productor independiente sin excesivos avales.

Tampoco se puede decir que todo sea “como cochambroso”. De hecho, se consiguen crear ambientes diferentes para cada una de las historias, se explica la evolución de la meca del cine en una etapa en la que agoniza el sistema de estudios por contrato, el glamour no está ausente; pero a todos estos aspectos les falta brillantez. El trabajo del equipo técnico se aprecia únicamente cuando sus responsables hablan de él, sin embargo, no trasciende a la pantalla, no se tiene la sensación de haber contemplado ni siquiera una buena dirección artística; en general, no se encuentra ni un solo detalle que logre llamar la atención.

Y desembocamos en la verdadera premonición de la frase de inicio, objeto de mi interés, plato fuerte de la película; que no es otro que su reparto, excelente en general, y sublime en el caso del actor, inexplicablemente, secundario.

Quienes conocieron a George Reeves, quienes trabajaron con él y los miles de niños –hoy, adultos- que le catapultaron a la fama aseguran que Ben Affleck ha sabido imitar su voz, sus posturas, sus gestos, -y lo que es más difícil- su “charme” a la perfección. A quienes no tenemos referencias gráficas suficientes del Superman más famoso de América, nos basta una sola escena para corroborar que, en efecto, la suya es una gran interpretación. Recordemos el instante en el que, estando de espaldas, alguien le llama. Se vuelve hacia la cámara. Y entonces, aparece un galán cinematográfico de los años cincuenta, el mismo formalismo en la mirada, idéntica expresión.... momento culminante.

Puede que Affleck no sea un actor de grandes papeles ni del múltiples registros, pero es innegable que posee un encanto natural, ese don innato que enamora, imprescindibles para cubrir los requisitos que exigía el personaje. Son esos pequeños gestos que le caracterizan, que le delatan, que he seguido y admirado a lo largo y ancho de su filmografía, y que, por supuesto, hacen que siga apostando por él.

Evidentemente, tengo favorito para los Oscar (estará nominado), hoy no me interesa el criterio de los Globos de Oro y, en el peor de los casos, ninguno de sus rivales –ni siquiera Eddie Murphy- podrá decir que compartió plano con Burt Lancaster en De Aquí a la Eternidad.Tanto para Ben como para cierta belleza –cinéfila, lectora asidua de esta sección- que se enfrenta al MIR...... ¡Suerte!

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