viernes, 25 de mayo de 2007

EL JUEZ DE LA HORCA. HUSTON

Cualquier amante del cine clásico sabe que la trayectoria de John Huston como director (también fue actor y un prestigioso guionista) estuvo regida por el principio más absoluto de irregularidad. Tanto es así que, sin previo aviso ni motivación aparente, junto a auténticas obras maestras, -se ha dicho que nadie como él consiguió rozar la perfección al dirigir una película-, encontramos verdaderas chapuzas, dignas de un eterno principiante mediocre. Personalmente, siempre he creído que esta tendencia extremista sólo fue otra muestra que evidenciaba su incuestionable genialidad, no exenta de cierto excentricismo. Fácil es ver cómo se volcó en proyectos que consiguieron inspirarle y hacerle crecer profesionalmente, y cómo, -con la misma rotundidad-, únicamente se limitó a firmar otros trabajos que no lograron llamar su atención, bien porque fueran de encargo o porque, aun siendo de creación propia, dejaron de interesarle.

"El Juez de La Horca" ni siquiera se ha podido catalogar por su género. Se sabe que es una especie de remake de El Forastero de William Wyler, en la que Walter Brennan hacía el papel del juez , y que, en esta ocasión, interpreta Paul Newman. Pero también se sabe que no es un remake cualquiera, sino una obra sumamente personal que parte de una originalidad poco común, derivada de un planteamiento totalmente desconocido en la época. En realidad, no es un western propiamente dicho, sino más bien una historia de picaresca sobre un hombre que consigue erigirse en juez, jurado y ejecutor, única ley (muy a menudo, arbitraria) de un territorio sin ella. Hablamos del juez Roy Bean (que, al parecer, fue una figura histórica), obsesionado por una famosa actriz de la época, la apasionante Lily Langtry, que brevemente aparece, interpretada por Ava Gadner.

El argumento se estructura en dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas, rebosante de simpatía, se caracteriza por el buen humor que reina entre los personajes, para el lucimiento de Newman. En la segunda parte, -menos brillante pero más interesante que la primera-, destaca la narración del actor secundario Nead Beatty, y una venganza rocambolesca protagonizada por Jacqueline Bisset, en la que el humor desaparece.

Así pues, en un terreno que no termina de ser western, que no se puede definir de comedia, y que nunca estuvo en su ánimo ser un drama; Huston se empieza a mover con cierta incomodidad, que hace que esta película no alcance la maestría de otras de esta época como El Hombre de Mackintosh, La Carta del Kremlin o la grandísima El Hombre que pudo Reinar; pero que, debido a la perfección de muchas de sus escenas, tampoco cayó en el saco de espantosas mediocridades en el que se encuentran Sangre Sabia, Fat City o Phobia.

Lo dicho, El Juez de la Horca es..... otra cosa.

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