viernes, 25 de mayo de 2007

THE JACKET

Película más “psicótica” que de corte psicológico, que se inicia en el conflicto del Golfo Pérsico (nadie sabe el porqué), y cuenta con un desenlace propio del Cine de los años 70.
The Jacket llegaba a las pantallas españolas coincidiendo con la aplicación de la famosa ley antitabaco, y proporcionaba un buen motivo para dejar de fumar o, al menos, para intentarlo. Recientemente se ha editado en D.V.D., quizás para persuadir a todos aquellos viciosos que todavía no nos hemos decidido a abandonar tan lamentable hábito... ¿quién sabe?.

Viaje Alucinante al Fondo de la Mente.



"Si sale con barba, San Antón, y si no, la Inmaculada Concepción", fue lo que debieron de pensar los responsables de esta extraña cinta cuando perdieron el control sobre ella; y es que todo apunta, desde el principio, a la incertidumbre que coronó el resultado del experimento que se practicó con esta película, sólo superado por las vivencias a las que es sometido el personaje principal.

Según el director de tan delirante historia, -el debutante John Mayburi-, la idea original partió de los trabajos reales de un atípico psicoterapeuta y escritor europeo que, utilizando métodos poco ortodoxos con sus pacientes, que incluían el consumo colectivo de L.S.D., quiso trazar la –muchas veces- delgada línea divisoria que une la locura con el mundo de los cuerdos. Premisa ésta más que suficiente para elaborar una buena película de argumento, cuando menos, interesante. Sin embargo, en su desarrollo posterior, se comete la torpeza de mezclar todo tipo de géneros cinematográficos, como son el Cine fantástico, el drama, el thriller, incluso el romanticismo o el terror, sin llegar a profundizar en ninguno de ellos y fundamentando éstos en la aparición de inoportunas historias auxiliares que nada aportan a la trama, que, por sí mismas, se pierden y rompen el ritmo de la acción, que desubican al espectador y la convierten en repetitiva, desconcertante y casi paranoica.
Cuando todo hace suponer que se va a producir una genialidad en el desenlace, una de ésas que hacen salir del cine reflexionando, una a través de la cual es posible recordar datos aislados que empiezan a cobrar sentido, enlazando todos los cabos sueltos y aportando coherencia al argumento; el final se limita a retomar tan sólo uno de los múltiples relatos que se inician, para terminarlo de forma previsible y predecible, convirtiéndolo en un mal plagio de la mítica Zona Muerta, novela del terrorífico Sr. King que conseguía llegar a los cines sin perder su esencia.Es innegable el buen hacer del director de este metraje en el que es su primer trabajo para Hollywood. Un peculiar estilo que logra transmitir la angustia de los personajes, captada en planos que, en muchas ocasiones, se toman desde sus propios ángulos y consiguen estremecer, por ejemplo, a quienes han experimentado la indescriptible, y para muchos aterradora, sensación de entrar en un quirófano. En otras ocasiones, destacada por hacer partícipes y hasta cómplices a los espectadores, testigos excepcionales de los hechos en lugares en los que no debían estar. Un cineasta del que, sin duda alguna, se hablará mucho y muy bien en los años venideros. En cualquier caso, ni la dirección impecable de Mayburi, ni el oscarizado actor Adrien Brody (antiguo pianista y futuro Manolete), ni el veterano secundario Kris Kristofferson, ni la eterna imitadora (en este papel, con descaro) de Natalie Portman, la orgullosa y con prejuicio Keira Knightley (nominada a mejor actriz principal en la pasada edición de los Oscar por la mencionada película) consiguen solventar la inconsistencia, incongruencia y confusión de un guión incalificable, cuyo único acierto consiste en poner en los labios de un militar estadounidense una frase sumamente reveladora: “Nada de esto es asunto nuestro”, refiriéndose a la guerra del Golfo. Por lo demás, todo hace pensar que nunca se supo qué era lo que se pretendía contar, de dónde se quería partir ni cómo llegar a buen puerto, ni tan siquiera con qué propósito. De esta manera, la próxima vez que se decida penetrar en los laberintos de la mente, propiciar la visión remota, habitar en un mundo que se basa en la superposición de secuencias temporales, y rarezas similares, será mejor hacerlo de la mano de prestigiosos guionistas que sean capaces de garantizar un buen viaje.

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