jueves, 24 de mayo de 2007

LA JOVEN DEL AGUA. MNS

No lo puedo remediar...... ¡¡¡MNS me gusta a rabiar!!!!!
Y no me gustó la risa maliciosa (nadie sabe cómo odio esa risa) con la que una amiga me dijo: "He leído tu crítica". La verdad es que no me importó lo que pensara de mí: si escribo bien, mal o pésimamente.... me molestó que se estuviera burlando de tan magnífico relato. De un "cuento de hadas del siglo XXI" precioso.


Sólo quienes no tenemos miedo de equivocarnos, nos atrevemos a aventurar que Scarlett Johansson sería una digna sucesora de Bette Davis, si un nuevo Cromwell guiara sus pasos por el camino de las “malas”. Vamos más allá, profetizamos que el actor Clive Owen no morará lejos del glorioso Gary Cooper Y, en el caso que nos ocupa, estamos convencidos de que el nombre de M. Night Shyamalan se escribirá en la Historia del Cine en el apartado de los Grandes. ¿Un Alfred Hitchcock moderno?.
Es probable –y hasta posible- que, en algo, el tiempo nos dé la razón.
LA JOVEN DEL AGUA:
OTRA VUELTA DE TUERCA


Hasta aquí, el director de El Sexto Sentido siempre había tenido la deferencia de explicar detalladamente los entresijos de sus guiones al final de cada una de sus películas. En algunas ocasiones, el espectador sólo corroboraba lo que había intuido a lo largo de toda la narración. En otras, el impacto era tremendo sobre las salas.

En La Joven del Agua, el peculiar cineasta dará otra vuelta de tuerca; esperada, deseada y bien aceptada entre sus seguidores. No hay sorpresas en el desenlace, el guión no las necesita. A fin de cuentas, el argumento de esta película no deja de ser un cuento, la historia que él mismo inventó para sus hijas; una fantasía de cuya producción no quiso hacerse cargo la Disney, seguramente porque al ir firmado por este genio del siglo XXI, éste no se previera como un cuento tradicional. Es posible que las “diferencias artísticas” que alegó la mencionada productora, se encaminaran por esos derroteros, amén de que ya se sabía que no sería una de esas películas que “rompen taquillas”, por las que suele decantarse la factoría de los sueños por excelencia. Sea como fuere, la Warner terminó produciendo un relato que no pertenece estrictamente al género de terror, ni al fantástico, ni al thriller. Un relato de M. Night Shyamalan.

En este sentido, sería lamentable que el espectador, Al Salir del Cine, tuviera la sensación de que “se le ha engañado”, de que no es la película que esperaba. Probablemente no lo sea, y la gran culpa esté en la publicidad, destinada a comercializar como una “peli de miedo” lo que no es más que –insisto- uno de esos cuentos que hacen la vida un poquito más apetecible.

Una de las genialidades con las que deleita el autor al narrar esta historia, es la forma en la que el protagonista irá descubriendo la trama: por entregas y con condicionantes. De la misma manera que el personaje de El Protegido conseguía interesantes batallas de cómic en los quioscos, el mantenedor de una urbanización de Filadelfia conocerá un hermoso cuento oriental que le es transmitido por unas vecinas. De la misma manera que las hijas del director aguardaban la llegada de la noche siguiente para saber qué le sucedía a la protagonista de la historia, el portero de esta finca anhela la conversación traducida que le aportará luz a su extraña vivencia. Seguramente, una de las condiciones para que el cuento continuara, residiría en “portarse bien, como chicas mayores” y, en este caso, la premisa fundamental es la contraria: volver a la infancia para creer.

Otros de los alicientes, los encontramos en el acertado ritmo que se le ha sabido dar al metraje, los planos largos y fuera de foco, la inquietante serenidad con la que se mantiene fija la cámara para terminar en un movimiento brusco y revelador, la banda sonora de James Newton Howard, los toques de humor que relajan las situaciones más tensas, o la extraña fotografía, capaz de lograr irrealidad en el mundo de los humanos y realismo en el abismo del Mundo Azul. Unos aspectos, todos ellos, característicos en el cine de este autor. Unos detalles que terminarán consagrando a este escritor, que se puso tras las cámaras fascinado por las películas del maestro Spielberg.

Volviendo al guión, es aconsejable que el espectador entre en la sala recordando que todo cuento tiene una moraleja, una enseñanza, una aplicación a la vida cotidiana; y sabiendo que cualquier relato de Shyamalan, repleto de metáforas, es susceptible de ser interpretado.
Sin acercarse a las cotas de maestría que se alcanzaban en El Bosque (para mí, una de las mejores películas de todos los tiempos), el director, basándose en su frase inicial de que “El hombre ha olvidado cómo se escucha” -y, por tanto, su capacidad de comunicación, en detrimento de las relaciones interpersonales-, pondrá de manifiesto el principio que universalizara Frank Capra: “Una vida afecta a muchas vidas”, plasmado en su inmortal cuento Qué bello es vivir de 1.946. Enseñará a enfrentar los temores derivados de experiencias dolorosas, o a buscar ayuda en quienes sepan hacerlo, con la finalidad de aguantar la mirada al “scranch”. Fomentará el valor de la solidaridad, inherente al ser humano, y existente en personajes que habrá que encontrar, aun a riesgo de equivocar el reparto. Porque, en definitiva, todos los habitantes de este planeta tienen una misión en la vida, sólo es cuestión de averiguar cuál es la nuestra.

Como hecho anecdótico, es interesante mencionar que los críticos de cine del prestigioso diario “The Philadelphia” destrozaron la tercera de las películas del director, Señales, y que, en agradecimiento, han obtenido un papel en esta obra. En un cuento que no entenderán nuestros hijos, pero que nos ayudará a educarles.
































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