viernes, 28 de marzo de 2008

"UN TOQUE DE CANELA" SEVILLANA

Hace unos días, un grupo de críticos de cine de Sevilla se puso en contacto conmigo para invitarme a visitar su web y pedir mi colaboración.
La visité y me gustó, por lo que he decidido dedicar una entrada a esta nueva web, y recomendarla a todos los lectores y amigos de "Cómo Casarse con un Millonario".

Para que os hagáis una idea, os pongo una de sus críticas.

UN TOQUE DE CANELA

ficha de la película:
TITULO ORIGINAL Politiki kouzina (A Touch of Spice)
AÑO 2003
DURACIÓN 108 min.
PAÍS GRECIA
DIRECTOR Tassos Boulmetis
GUIÓN Tassos Boulmetis
MÚSICA Evanthia Reboutsika
FOTOGRAFÍA Takis Zervoulakos
REPARTO Georges Corraface, Ieroklis Michailidis, Renia Louzidou, Stelios Mainas, Dina Michailidou
PRODUCTORA Greek Film Center / Filmnet / Cinegram




Acabo de leer un par de críticas en su contra, pero a mí me parece una joyita, una grata sorpresa. Mi conocimiento del cine greco-turco, como comprenderéis, es bastante limitado, así que no tenía ni la más remota idea de la existencia de esta película. Pero me la recomendaron, me dio la curiosidad, me hice con ella y la verdad sea dicha, me ha sorprendido más que positivamente.

'Un toque de canela' cuenta la historia de Fanis Iakovides, un niño de ascendencia griega criado en Estambul que se ve obligado a volver a Grecia debido a los conflictos diplomáticos entre este país y Turkia. La película más o menos cuenta toda la infancia, adolescencia y parte de la vida adulta de Fanis, pero pone especial incapié en la relación con su abuelo Savas Iakovides. Savas tiene una tienda de especias (a las que atribuye cualidades extraordinarias) y es padrino y mentor de Fanis, marcando su niñez en dicha tienda su personalidad y el resto de su vida.



Si solo leemos el párrafo anterior, parece que no tiene nada de especial y de interesante. La cosa realmente curiosa aquí es que todo, absolutamente todo gira en torno a la comida. De hecho, la película está estructurada en 3 partes: entrantes, 2º plato y postre. En el 90% de las escenas, se está cocinando, comiendo o de alguna forma está la comida y la forma de prepararla presente. El mérito reside en que se tratan multitud de temas a lo largo del film, entre ellos, relaciones familiares, política, religión, matrimonios de conveniencia.. todo a través de metáforas culinarias. No negareis que es, al menos, original.

Me ha gustado también varios detalles respecto a la forma y dirección de la película. Por un lado, se puede ver una 'exageración' de las propiedades de las cosas, algo así como el realismo mágico sudamericano o algo así como lo que ya se vió en Amelie. Otra cosa a destacar ( y a mí personalmente me encanta el recurso) es la recurrencia de muchas escenas, frases y gags: escena de las velas, el dolor en la espalda, el parkinson de la abuela, la palmada en la mano cuando ocurre algo malo.. la primera vez que lo ves te ríes, y la segunda, si se hace bien, te ríes aún más, etc.

De los actores, todos desconocidos, no hay nada bueno ni nada malo que decir. Cumplen su papel con solvencia, y hablando de papeles, otro punto para los guionistas de esta película porque las palabras que ponen en la boca de los personajes, son cotidianas y creibles. Esto aunque parezca raro, no se suele ver demasiado...




Otra razón por la que es buena, pienso que está película provoca sentimientos al espectador. Pocas consiguen emocionarte en una escena tras media hora de película, está sí. Se que es una obviedad pero no me voy a resistir. 'Un toque de canela' es salá (te ríes mucho), dulce (en la etapa que cuenta la niñez de Fanis), ácida (se trata con bastante ironía y perspicacia el conflicto turko-griego) y .. amarga (con un final de nudo en la garganta).

Para concluir, decir que me ha dejado con muy buen sabor de boca (cuanta comparación facilona hoy) y que la recomiendo encarecidamente a todos aquellos que se quieran desmarcar por un día del cine más convencional y prefrabricado.

Lo mejor: parece una película monotemática (solo se habla de comida) pero trata astutamente multitud de temas.

Lo peor: el final del final (últimos 2 minutos de la película) me ha parecido arto cursi. La escena del hospital es super típica. Se le perdona.

Nota: 7/10

Juan Jesús Gutiérrez Ramos
criticasdecine.googlepages.com

miércoles, 26 de marzo de 2008

LOS FALSIFICADORES

Ganadora de un Oscar a la Mejor Película en lengua no inglesa, la producción austriaca “Los Falsificadores” rescata a ritmo de tango un episodio de la Segunda Guerra Mundial, desconocido para el séptimo arte. La Operación Bernhard tuvo como objetivo desestabilizar los sistemas económicos de las principales potencias aliadas.



FICHA DE LA PELÍCULA:
TITULO ORIGINAL Die Fälscher (The Counterfeiters)
AÑO 2007
DURACIÓN 98 min.
PAÍS AUSTRIA
DIRECTOR Stefan Ruzowitzky
GUIÓN Stefan Ruzowitzky (Historia: Adolf Burger)
MÚSICA Marius Ruhland
FOTOGRAFÍA Benedict Neuenfels
REPARTO Karl Markovics, August Diehl, Devid Striesow, Martin Brambach, August Zirner, Veit Stübner, Sebastian Urzendowsky, Andreas Schmidt
PRODUCTORA Coproducción Austria-Alemania


Han pasado más de sesenta años desde que finalizara la Segunda Guerra Mundial, y el cine sigue teniendo la capacidad de sorprender al rescatar nuevos episodios, tan desconocidos como trascendentales, que acontecieron en la contienda. El que origina la película que hoy comentamos, nos traslada hasta la Alemania de 1944, quien, al ver perdidas sus posiciones, no duda en poner en marcha la mayor operación de falsificación de moneda extranjera de todos los tiempos. Para ello, no necesita contratar ni remunerar los servicios de expertos impresores, tan sólo exigir la prestación de los mismos a los judíos que mantiene recluidos en campos de concentración. Un guión que, por perfecto, sólo puede estar extraído de la realidad, de la experiencia vital del escritor Adolf Burger, papel que interpreta magistralmente el actor August Diehl .

Burger es conducido desde Auschwitz, el mayor núcleo de exterminio creado, hasta los barracones privilegiados de Sachsenhausen, convertidos en talleres, en los que coincide con el preso número 75.517, Salomon Sorowitsch, que ha hecho del oficio de falsificar billetes no sólo su medio de vida, sino también un arte. Momento en el que la memoria cinéfila une ambos conceptos para recordar La Gran Evasión de John Sturges, con ese fantástico trabajo de falsificación de documentos, o El Tren de John Frankenheimer, auténtica pieza de orfebrería cinematográfica, que mostró el expolio de las obras de arte por parte de los nazis. Y es que sólo de “obra de arte” se puede calificar la fabricación de falsas libras esterlinas que ni siquiera son detectadas por el Banco de Inglaterra, o de los billetes de cinco dólares americanos que no dejan de contener el agazapado búho de los Illuminati en sus estampas.



A partir de este momento, fácil es comprobar cómo se sigue manteniendo la visión tradicional con la que las distintas filmografías de los diversos países implicados han abordado la temática de la Segunda Guerra en atención a su papel histórico. En líneas generales, el cine americano se ha dedicado a ensalzar los hechos heroicos que protagonizaron sus compatriotas; el británico se centra en la resistencia numantina ofrecida a los invasores; y el germánico intenta purgar sus pecados, hablando del trauma de una generación que heredó la suposición perenne de culpabilidad por los actos cometidos por sus propios padres. Era en 1958 cuando se empezaba a entonar el “mea culpa” con la imprescindible El Puente, de Bernhard Wicki, en la que era denunciado el reclutamiento de unos niños para un derrotado ejército alemán; un ejercicio de expiación que continúa presente en las producciones de las últimas décadas.

Esta concepción y este propósito son la aportación alemana a una cinta que se esfuerza en plantear una disyuntiva moral que, a todas luces, no es tal, al darse los acontecimientos bajo un principio absoluto de carencia de libertad. No se puede juzgar la actuación de un personaje que, incluso en tiempos de paz, asegura que “al tratarse de su existencia, sería capaz de hacer cosas muy gordas” cuando accede a colaborar en el bando de los malos; de la misma manera que tampoco es conveniente someter a la criba de la moralidad la actitud reticente de quien, sistemáticamente, pone en peligro su propia vida y la de sus compañeros de cautiverio. La película, en este sentido, ha de ser conservada y tratada como un mero documento histórico, de innegable valor, pero sin otras pretensiones.



La contribución austriaca, y es que el filme galardonado por Hollywood es una coproducción de ambas naciones, es la propia del cine que ha crecido a la sombra del alemán, y que sintetiza los posicionamientos de sus gobernantes en dos escenas prodigiosas. Recordemos que el pueblo austriaco acogió con júbilo la anexión con Hitler, de quien decía era alemán y Beethoven austriaco, cuando, en realidad, era al revés; para después renegar enérgicamente de esta cooperación. Trasladando este hecho a la propia película, el jefe de la cuadrilla de impresores no duda en alabar el talento del falsificador ante los oficiales de las S.S., para más tarde acentuar la heroicidad del saboteador ante los ojos de los libertadores.



En un balance final, teniendo en cuenta la correcta labor del conjunto de actores y la adecuada planificación de la banda sonora a ritmo de tango, destacamos el “savoir faire” del director de la exitosa saga de Anatomía, Stefan Ruzowitzky. Por lo tanto, nos quedamos con sus inequívocas muestras de maestría al construir un atractivo guión de sólida estructura narrativa en formato de intriga, con sus ágiles movimientos de cámara, con el acierto de saber huir de los sempiternos flashbacks para insertar el back-story de los personajes en amenos diálogos, y con la incorporación de dos genialidades que suponen los momentos cumbres de la historia. Nos referimos al escalofriante plano en el que es derribado el muro que separa los dos mundos de una misma y atroz realidad; y, sobre todo, al pasaje que sitúa la acción en una entidad bancaria de Suiza. Y es que, aunque parezca mentira, la vida continuaba fuera de allí...

Leer critica de Los falsificadores en Muchocine.net

lunes, 24 de marzo de 2008

GRANDES ESCRITORES QUE FUERON CRÍTICOS DE CINE

Solía decir un entrañable sacerdote que me dio clase en el instituto, que una alegría compartida es una alegría doble. Es curioso comprobar cómo hay frases que nos acompañan a lo largo de toda la vida, dando fe de la huella que algunos profesores, incluso los de las asignaturas menores, dejan en nosotros.

Por ese motivo, porque “una alegría compartida es una doble alegría ”, el día que descubrí que mi escritor favorito, Don Gabriel García Márquez, había sido crítico de cine de un periódico colombiano, no dudé en ponerme en contacto con un amigo cinéfilo para hacerle partícipe de esta impagable noticia. El buen hombre, con esa paciencia infinita que siempre muestra ante mi vehemencia infantil, me respondió con un “Ah, pero, ¿no lo sabías?”, y añadió:

“Entre los distintos escritores que se han dedicado a la crítica de cine, tenemos a Jorge Luis Borges, crítico de la revista “Sur” de 1931 a 1944, donde expresa su admiración por “Ciudadano Kane”, de la que escribió: “El abrumador filme de Welles es, a la vez, metafísico y policial, psicológico y alegórico, la investigación del alma secreta de un hombre a través de las obras que ha construido, de las palabras que ha pronunciado, de los muchos destinos que ha roto...”

También está Guillermo Cabrera Infante, crítico de cine en Cuba durante más de diez años, y autor de tres libros sobre cine: “Un oficio del siglo XX”, “Cine o Sardina” y “Arcadia todas las noches”. Confiesa su admiración por Howard Hawks, Truffaut y por “El Mundo en sus Manos”.

Azorín escribió dos libros sobre cine, titulados “El Cine y el momento” y “El efímero Cine”, confesando su admiración por Chaplin y por la película “Solo ante el peligro”.

También Alejo Carpentier ejerció de crítico en el diario “El Nacional”, desde 1950 hasta 1959, y tuvo especial predilección por Chaplin, Buñuel, Murnau, Fellini, Welles, Minnelli, y por “El Tercer Hombre”.

Vicente Molina Foix aún escribe para la revista “Fotogramas”, y también fueron críticos Vicente Blasco Ibáñez, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, Francisco Ayala y Carmen Martín Gaite.

Y Graham Greene, quien, durante más de quince años, también se dedicó profesionalmente a la crítica”.

Ni que decir tiene que, con esta información, la alegría doble se convertía en la alegría inmensa que cumplía con tres objetivos importantes:

1.- Abrir una puerta de investigación que no se cerrará hasta que encuentre la última revista, la última crítica, el último libro que publicaron todos y cada uno de ellos. Una labor que, debido a mi vagancia confesa, nunca se traducirá en un libro de divulgación, ni en un manual, me temo que ni tan siquiera en un especial; pero sí que contribuirá a mi cultivo personal, y me aportará nuevas armas que, alguna vez, podré utilizar en alguna de mis críticas. Sobre todo, me dará la satisfacción de aprender y de disfrutar con ello.

2.- La posibilidad de poder dibujar una sonrisa la próxima vez que alguien me diga eso de que “no se suele fiar de los críticos que publican en un diario”. Por cierto, que no sé yo si se fijan, cuando me lo dicen, en que yo escribo críticas de cine en un diario... o si me lo dicen aposta, jajajaja.

3.- La alegría de compartir esta información con todos los lectores y amigos de este blog que, además de ser excelentes críticos, tienen alma de escritor y sueñan con la publicación de su primera novela –o de la siguiente-, y con que yo asista a esa presentación. Allí estaré.

Para los curiosos, y para alimentar esa obsesión que sigo teniendo por los guiones bien atados, diré que el cura me daba clase de religión, pero que pronto supe darle “nuevas utilidades”, como coserle a preguntas hasta que las traducciones de latín se convirtieron en un pasatiempo. De alguna manera, también alentó mi afición por la lectura –creo que me sé la vida de todos los santos- y mi intermitente pasión por escribir. Volví a coincidir con él, en una boda que él ofició, muchos, muchos años después... y ya no me recordaba. Claro que, para entonces, yo ya había hecho una adaptación libre de aquellos versos de “Esplendor en la Hierba”, los que dicen que, por mucho que cambie la vida, los recuerdos siempre permanecerán intactos en nuestra memoria.

miércoles, 19 de marzo de 2008

EN EL PUNTO DE MIRA

Insultante cúmulo de desatinos y desvaríos en un particular día de la marmota en el que, hasta en seis ocasiones, se rebobina la acción para ofrecer el mismo metraje. Una película que no funciona ni como mero artículo de entretenimiento.



FICHA DE LA PELÍCULA
TITULO ORIGINAL Vantage Point
AÑO 2008
DURACIÓN 90 min.
PAÍS USA
DIRECTOR Pete Travis
GUIÓN Barry Levy
MÚSICA Atli Örvarsson
FOTOGRAFÍA Amir M. Mokri
REPARTO Dennis Quaid, Matthew Fox, William Hurt, Forest Whitaker, Sigourney Weaver, Eduardo Noriega, Saïd Taghmaoui, Edgar Ramirez, Zoe Saldana, Richard T. Jones, Rocío Verdejo
PRODUCTORA Columbia Pictures
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Desde que Don Rodrígo Díaz Charlton Heston de Vivar, desoyendo el asesoramiento de Don Ramón Menéndez Pidal y bajo las órdenes de Anthony Mann, tomara la plaza de Valencia “para el rey de España”, miedo da cada vez que las pretensiones americanas, con esa perspectiva que les da la distancia, aterrorizan y aterrizan en territorio hispano. Más cercana en la memoria cinéfila se encuentra la segunda Misión Imposible de Ethan-Cruise que, haciendo coincidir las fallas en la Semana Santa de Sevilla, no dudó en prender fuego a los Pasos de la procesión bajo la atenta mirada de las falleras que, entusiasmadas, saludaban desde el balcón del consistorio. Creo que eso fue antes de que los guionistas plagiaran (escena de carrera de caballos incluida) el mítico argumento de Encadenados de Alfred Hitchcock.

En esta ocasión, los resultados no tenían por qué ser diferentes, pero tampoco tan indignantes, y es que los responsables de esta cinta parecen desconocer un par de aspectos fundamentales que a los demás nos resultan demasiado evidentes.
En primer lugar, todavía está presente en el ánimo de los españoles el momento amargo en el que Madrid se queda sin Olimpiadas, según las malas lenguas, por culpa de cierto honorable miembro del jurado que considera éste un país potencialmente peligroso por la amenaza terrorista, aunque adecuado para que sus sobrinos se pavoneen con la novia de turno en los veranos de Mallorca. Habría que preguntarse cuál es el lugar absolutamente seguro en la actualidad, recordar los Juegos del 72, y llegar a la conclusión de que si hay algo que España no necesita a nivel internacional es este tipo de publicidad sobre atentados que le brinda el cine americano.
Por otra parte, los cinéfilos recordamos el revuelo que se armó en la salas neoyorquinas cuando, sin previo aviso, se insertó un tráiler del United 93 de Paul Greengrass, dado que los ciudadanos “no estaban preparados para aquello”. Entendimos sus motivos, y pedimos el mismo respeto. La película que hoy comentamos se nos ha vendido con el aliciente de contener una reproducción exacta de la emblemática Plaza de Salamanca, pero nadie nos advirtió de que, a lo largo de tres escenas interminables, el sonido de las sirenas de ambulancias españolas sería ensordecedor, el paisaje tras la segunda detonación, desolador, y la policía española tendría que desplegar todos sus efectivos ante una situación de emergencia, mientras la población española yace en el suelo muerta o malherida. Unas secuencias de muy mal gusto, si tenemos en cuenta que llegarán a un país en el que, lamentablemente, no hay que recurrir al cine para ver las consecuencias del terrorismo en sus calles.



Afortunadamente, fácil es pasar de la ofensa a la risa, con un alcalde salmantino que parece haber desertado del ejército de Pancho Villa; con un “sospechoso que se dirige hacia el oeste por las calles interiores” y lo que les tuvo que fastidiar no poder decir eso de “va por la 34 esquina con la 52”; con unas “calles interiores”de cinco carriles que ya las quisiera Barcelona; con un barrio árabe que no se encuentra ni en Córdoba; con las notas de una banda sonora que sitúan la acción en algún lugar de África, y seguimos estando en Salamanca; con esa niña, esa niña....que no se llama Victoria, sino Ana.




Si intentamos –y no es difícil- olvidar que los hechos transcurren en suelo español para realizar un análisis objetivo del filme, nos encontramos con un argumento simplista que se podría haber desarrollado en no más de veintitrés minutos.
La idea de mostrar un mismo suceso desde diferentes puntos de vista, aunque no es original, sí que es sumamente interesante si en su ejecución se observa la incorporación de alguna genialidad en el montaje, de escenas que se superponen, puntos de mira que se complementan, diálogos que se entrelazan y permiten que el espectador, por sí mismo, pueda recomponer las piezas de un supuesto puzzle que no es tal.
Pero nada de todo está presente en la película, reduciéndose el misterio a un insistente rebobinar de la acción para ofrecer el mismo metraje. La exposición es mareante; las conversaciones que proceden de informadores, controladores, teléfonos y transeúntes se atropellan entre sí: los retimes (cámara lenta) que recogen el encuentro entre los distintos personajes son irrisorios; el momento “Sangre y Arena” en el que un policía-torero entra en la plaza, con la cabeza en otro lugar por culpa de una mala mujer, esperpéntico. No avanza la acción, y cuando se decide contar la historia, el espectador está tan hastiado que, curiosamente, lo único que espera es un próximo rebobinado vertiginoso que le devuelva a las doce del mediodía.




Por lo demás, Pete Travis, saciada su obsesión con los atentados, se limita a introducir todos los tópicos de los telefilmes que dirige: el trauma sufrido por un guardaespaldas con un impagable ángel de la guarda, el coche azul que de qué estará hecho para no sufrir ni una abolladura, “El Turista Accidental” que protagoniza una de esas acciones individuales que tanto les gustan, el pte que es mucho pte y no necesita salvadores, el águila en marcha.....

Como dirían en mi Tierra, ¡lástima de cuartos!, y lástima de que actores como William Hurt o Sigourney Weaver se vean involucrados en este tipo de proyectos, que se antojan más de la talla de un Eduardo Noriega que sólo convence cuando se desnuda frente a alguna bebida refrescante de extractos.

Leer critica de En el punto de mira en Muchocine.net

miércoles, 12 de marzo de 2008

COMETAS EN EL CIELO

La banda sonora del español Alberto Iglesias revitaliza los tiempos de silencio que consolidan la amistad para dar la bienvenida a un relato que antepone el Humanismo a la manipulación ideológica, permitiendo rescatar los pequeños momentos de felicidad que terminan componiendo la vida.



FICHA TÉCNICA:
TITULO ORIGINAL The Kite Runner
AÑO 2007
DURACIÓN 122 min.
PAÍS USA
DIRECTOR Marc Forster
GUIÓN David Benioff (Novela: Khaled Hosseini)
MÚSICA Alberto Iglesias
FOTOGRAFÍA Roberto Schaefer
REPARTO Khalid Abdalla, Ahmad Khan Mahmidzada, Zekeria Ebrahimi, Saïd Taghmaoui, Atossa Leoni, Homayon Ershadi
PRODUCTORA DreamWorks Pictures / Sidney Kimmel Entertainment / Participant Productions


“¿Quiénes somos nosotros en este complicado mundo?”. El mundo que permite que unas gotas de sangre sobre la nieve acompañen el disimulo de dos jóvenes amigos que empiezan a vivir. El verbo disimular no debería conjugarse en la niñez. El mundo en el que los aliados aprovechan la coyuntura de las desavenencias para invadir la intimidad, no con amenazas inútiles, sino con tanques. El mundo que obliga a abandonar todo cuanto se conoció y amó para emprender otra aventura, rota quizás, en un espacio geográfico y cultural diferente. “Un niño que no sabe defenderse, acaba siendo un hombre que no defiende nada”, hasta que encuentra una causa justa que le hace descender a los abismos para intentar sobrevivir. Hasta entonces, “los niños no son cuadernos para colorear con tu color favorito”, sólo cuando haya “Mucha leña para tan pocos leñadores”, la fuerza interior verá multiplicada su eficacia por siete, -la de los “Magníficos”-, y la proeza de cruzar el infierno de la sinrazón radical sería repetida “mil veces por ti”.




Es ésta una historia “salida de ninguna parte” que, en palabras de la escritora Isabel Allende, resulta “tan fuerte que, durante mucho tiempo, todo lo que leí después me pareció insípido”. Es la historia creada por Khaled Hosseini, médico estadounidense de origen afgano que, en las manos del director Marc Forster, surca los cielos de planos desenfocados en vistas panorámicas, para llegar directa al corazón. Qué difícil es mantener el sentido crítico cuando se impone el sano hábito de llorar frente a la gran pantalla. Se necesitaba, según los productores, la emotividad que el cineasta demostró en Monster’s Ball, la ambientación onírica inherente al evocador Oriente de tiempos mejores que simulara un cuento como el que nos era mostrado en Descubriendo Nunca Jamás, y la sensación atemporal que, junto al guionista David Benioff, consiguió en Tránsito. En mi modesta opinión, tan sólo era necesario dejar que “la historia pasara a través de todos ellos”, para dar cumplimiento a la vida secreta de las palabras que otra Isabel, también contadora de historias y de apellido Coixet, nos hizo entender a los cinéfilos.




Y la historia pasó a través de ellos sin alardes técnicos, con actores desconocidos, con uno de esos guiones sólidos que tanto escasean en el cine contemporáneo y con la incorporación de un nuevo personaje que, sin rostro, supo romper las fronteras del espacio y del tiempo para captar la esencia de la universalidad. Ésa es la habilidad y la gran facultad de la buena música. La de Alberto Iglesias forma parte del paisaje desolado de treinta años de guerra y de pobreza, permanece en los tiempos de silencio que ayudan a consolidar la amistad y emerge de la distancia, a veces imperceptible, que separa al hombre valiente del cobarde. Por esta temática, por la posibilidad que, en ocasiones, ofrece el destino de poder reparar los errores del pasado, éste es un relato que nos traerá a la memoria cinéfila las míticas Cuatro Plumas de Zoltan Korda de 1939. Por contener una parábola de la pérdida de inocencia frente a la maldad más absoluta, la película que hoy comentamos logrará arañar el alma con la misma fiereza con que lo hiciera aquel Manantial de la Doncella de Bergman.




Es curioso que al intentar analizar Cometas en el Cielo no pueda dejar de pensar en aquella conversación lejana que se producía entre un crítico estadounidense y otro de Cahiers du Cinéma sobre una película de Alfred Hitchcock. A grandes rasgos, el primero esgrimía que La Ventana Indiscreta carecía de credibilidad porque su director desconocía el barrio en el que estaba rodada, mientras que Truffaut le hacía ver que La Ventana Indiscreta era cine, y que él sabía lo que es el cine. Es éste un detalle importante que no olvido cuando quiero evitar que “el árbol me oculte el bosque”, tal y como advertía la sabia frase extraída de un personaje secundario de Mogambo (John Ford, 1953). Cierto es que los arbustos siguen estando ahí. Los flashbacks no son originales; las elipsis resultan vertiginosas; los diálogos son impropios de unos niños que tienen “paga semanal” en el Kabul de 1978; la aventura americana se antoja afgana y la afgana está totalmente americanizada; el episodio del disfraz de la falsa barba es, en el mejor de los casos, inverosímil; y la rocambolesca huída hacia Pakistán, imposible. Pero sería una injusticia permitir que la maleza consiga ocultar la profundidad de un documento humano que, como pocos, todavía conserva la grandeza de saber conmover al espectador.
¿Quién dice que eso no es el cine?.

Para Milo. Porque presiento que éste es el inicio de una gran amistad, en la que nunca olvidaré que fui obligada a meter con calzador Las 4 Plumas.

martes, 4 de marzo de 2008

LAS HERMANAS BOLENA



Historia de grandes interpretaciones femeninas y magnífico guión, en la que el azul turquesa y el verde profundo de los retratos de Hans Holbein no consiguen paliar las deficiencias en la dirección de un debutante que no cuenta con la pericia suficiente para orquestar el conjunto.


FICHA DE LA PELÍCULA:

TITULO ORIGINAL The Other Boleyn Girl
AÑO 2008
DURACIÓN 115 min.
PAÍS Gran Bretaña
DIRECTOR Justin Chadwick
GUIÓN Peter Morgan (Novela: Philippa Gregory)
MÚSICA Ed Shearmur (AKA Edward Shearmur)
FOTOGRAFÍA Kieran McGuigan
REPARTO Natalie Portman, Scarlett Johansson, Eric Bana, Kristin Scott Thomas, Jim Sturgess, Mark Rylance, David Morrissey, Benedict Cumberbatch, Oliver Coleman, Ana Torrent, Eddie Redmayne, Tom Cox, Michael Smiley, Montserrat Roig de Puig, Juno Temple
PRODUCTORA Coproducción GB-USA; BBC Films / Ruby Films / Scott Rudin Productions.


Pocos personajes históricos han logrado despertar la atención de los productores cinematográficos con tanta intensidad como el de Ana Bolena. La cortesana irrelevante, tremendamente atractiva y sensual, altiva, esbelta y ambiciosa que, de manera indirecta, cambiaría el rumbo de un país. Sin embargo, poco o nada se sabía de su hermana, la otra Bolena, hasta la publicación de la novela de Philippa Gregory, que se convirtió en una serie de la televisión británica en el año 2003, y que acaba llegando a la gran pantalla.

Para la creación de este nuevo personaje, desconocido para el cine y para la Historia, del que circulan varias versiones sobre su relación con el monarca, pero ninguna de su personalidad; se apuesta por un perfil psicológico opuesto al de Lady Ana, tendente a esa definición de “rosa sin espinas”, que caracterizara a Juana Seymour, sustituta de la segunda reina y madre del único heredero varón.

Como era de prever, su inclusión hace que la película que hoy comentamos sea notablemente diferente a las producciones que recordamos de idéntica temática histórica. Por cuestiones obvias, se aleja de los asuntos políticos que enmarcaron ese período del siglo XVI y que tan bien retrató Fred Zinnemann en Un Hombre para la Eternidad, en 1966. Por su enfoque, tomando como eje central de la trama a la familia Bolena y permitiendo descubrir la figura del soberano sólo a través de los ojos de ésta, tampoco se asemeja a otros relatos que ampliaron la visión sobre las azarosas intrigas palaciegas que ayudaron a establecer las bases de una nueva nación, como La Vida Privada de Enrique VIII (Alexander Korda, 1933), La Rosa de los Tudor (Robert Stevenson, 1936) o Enrique VIII y sus Seis Esposas (Waris Hussein, 1972). Acotando el terreno, también resulta distinta a sus referentes más inmediatos, dando una nueva perspectiva a títulos como Ana Bolena (Ernst Lubitsch, 1920) o a Ana de los Mil Días (Charles Jarrott, 1969).

Y es que, básicamente, la historia de Justin Chadwick es una reflexión que hace observar la facilidad con la que una vida puede influir sobre otras vidas, de cómo una decisión logra afectar el devenir de los acontecimientos, o en cuántas ocasiones es el propio carácter –ése que se presume personal e intransferible- el que sabe conducir a la salvación o a la destrucción más inevitable.
Con miras históricas, ¿habría sido diferente la vida de Ana Bolena sin la intervención de su hermana?. Su existencia y esa casi promesa final, ¿ayudan a explicar las misteriosas palabras que la joven reina pronunció el 19 de mayo de 1536 frente al cadalso?. Al aceptar su destino, justificar el veredicto del tribunal que la condenaba y alabar la figura de su esposo, además de intentar preservar los intereses dinásticos de su hija Isabel, ¿albergó esperanzas sobre su propia vida?.



Las Hermanas Bolena cuenta con muchas y poderosas razones para convencer. Rodada en alta definición, con un diseño de producción que recrea fielmente las localizaciones, estancias y mobiliario de la época; con el desarrollo de muchos de sus pasajes en escenarios naturales; con un vestuario que corre a cargo de la doblemente oscarizada Sandy Powell; con la impagable presencia de las mejores actrices del momento; con un guionista excelente, Peter Morgan (The Queen, Stephen Frears, 2006); con un actor, príncipe de Troya, que suele ser una apuesta segura; con un inmejorable reparto de notables secundarios..... tan sólo hacía falta un buen director que fuera capaz de orquestar el conjunto. En su defecto, se escoge a un debutante que se limita a transcribir el guión mientras marea con los travellings laterales, permite que los extras se crucen entre los protagonistas y la cámara en medio de conversaciones cruciales, revolotea con planos cenitales, y explota sus dos únicas genialidades hasta la saciedad. Éstas no son otras que la persecución de Eric Bana por los pasillos de palacio, y las imágenes distorsionadas que se captan a través de numerosos ventanales. Tampoco acompaña una fotografía tenebrosa y hostil, empeñada en diferenciar a los personajes del decorado, que , logrando su propósito, termina por romper con la homogeneidad del retablo.

Con un planteamiento tan correcto como exento de fuerza narrativa, se puede decir que la historia, realmente, no arranca hasta el regreso de Ana de la corte francesa, en la que presta sus servicios para una reina (por las fechas, suponemos que se trata de Leonor, infanta de España), para ridiculizar a su rey (que sería Francisco I, eterno rival del emperador Carlos I). Es en ese momento cuando emergen las grandes interpretaciones femeninas –hasta entonces, aletargada por una pésima dirección de actores-, cuando se produce la transformación del personaje principal y los múltiples registros que de éste se desprenden, serán un reto superado con nota por Natalie Portman. Antes que ella, grandes actrices como Merle Oberon, Henny Porten, Charlotte Rampling o Geneviève Bujold habían encarnado a la madre de Isabel I, mas ninguna de ellas supo hablar con la mirada.




En un balance final, admitiendo que “El arte de ser mujer consiste en hacer pensar a los hombres que son ellos quienes mandan” (qué poco ha cambiado el mundo en cinco siglos), e indicando que ésta es la historia de un excelente guión mal dirigido (recuérdese Desirée de Henry Koster en 1954), nos quedamos con la impresionante actuación de Ana Torrent y el agradecimiento a la directora de casting por no saber que Catalina de Aragón era rubia. Escalofríos dan al imaginar que se pudo buscar a Elsa Pataky.