jueves, 18 de octubre de 2007

EL ORFANATO

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FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA

TITULO ORIGINAL El orfanato
AÑO 2007 DURACIÓN 100 min.
PAÍS ESPAÑA
DIRECTOR Juan Antonio Bayona
GUIÓN Sergio G. Sánchez
MÚSICA Fernando Velázquez
FOTOGRAFÍA Oscar Faura
REPARTO Belén Rueda, Fernando Cayo, Géraldine Chaplin, Roger Príncep, Mabel Rivera, Montserrat Carulla, Andrés Gertrúdix, Edgar Vivar
PRODUCTORA Rodar y Rodar


Con una de esas ideas impactantes que revolucionan el género, la ópera prima de Jota Bayona, -de irregular desarrollo técnico y artístico-, alterna conseguidas secuencias de absoluta maestría cinematográfica con las propias de un experto realizador videoclipero. Un claro ejemplo en el que un guión prácticamente perfecto aspira a obra maestra.

Hasta aquí, es mucho lo que llevamos aprendido en materia de terror. Destino final, por ejemplo, se encargó de reivindicar que los planes trazados por la muerte son difíciles de esquivar. House on Haunted Hill observó cómo la condición de uno de los protagonistas, mantenida en secreto, sabía influir en el devenir de los acontecimientos. Títulos míticos como El Ente o Poltergeist mostraron lo que, en su día, nos pareció de ciencia-ficción: la posibilidad no sólo de detectar, sino también de medir con sofisticado instrumental las supuestas presencias de otras dimensiones. La Guarida, por su parte, hizo entender que los hechos que producen pavor en los adultos proceden, con frecuencia, de un juego de niños. Y mientras Trece Fantasmas persigue la pieza que le falta; Los Otros, El Último Escalón o Amityville recuerdan que los grandes misterios siempre permanecen ocultos en áticos, sótanos y cobertizos.... o al final de pasillos interminables, como advirtiera Kubrick en El Resplandor.







Partiendo de estas premisas, entre los amigos del miedo, surge una pregunta evidente.
¿Sería posible la creación de una nueva historia que, huyendo de los males del cine contemporáneo, prescindiendo de material de casquería y del abuso de los efectos de sonido para asustar, fuera capaz de sacudir al espectador?. La respuesta –afirmativa- se encuentra en el guión seleccionado por el Sundance Institute que, en origen, dio lugar a un corto llamado Sé que estás Ahí, y que terminó llamando la atención del productor Guillermo del Toro.

Rodada en decorados de dimensiones faraónicas al más puro estilo del Hollywood clásico, El Orfanato se nutre de una multitud de conceptos predeterminados de género para dar forma a un intenso drama. Todo ello tratado con una meticulosidad extrema, que la alejan del plagio y de la atractiva tentación del homenaje. No hablamos de una película de terror típica, aunque las pequeñas manos que arrancan el papel de las paredes para dar paso a los títulos de crédito iniciales ya produzcan inquietud.

El guión de Sergio G. Sánchez, tal y como ha llegado a la pantalla, presenta dos fisuras imperdonables, si tenemos en cuenta que éste fue revisado y perfeccionado durante un año y medio. La primera de ellas da inicio a la agónica carga dramática de la trama, desoye las recomendaciones básicas del Ministerio español de Bienestar Social y contradice tanto el pasado de la protagonista como el presente con su pareja. La segunda, habría que buscarla en los archivos policiales creados en el propio relato.

Sin embargo, su grandeza reside en que ambas pasan desapercibidas dentro de una historia hipnótica y envolvente, que priva de la facultad de pensar y destierra la sensación de engaño. El eje central del argumento, por sí solo, es tan poderoso e impactante, tan capaz de alimentar los miedos reales que calan en el ánimo y perduran en la memoria del espectador; que, al salir del cine, difícil será reparar en sus deficiencias, y liberador exhalar un suspiro de alivio, porque ni siquiera era una pesadilla, tan sólo una buena película que desestabiliza el alma.





Ahora bien, al reparar en la ejecución del guión, -tras alabar el esmerado diseño de producción y la exquisita dirección artística de Joseph Rosell-, el conjunto no termina convenciendo; siendo, quizás, achacable esta desagradable impresión a la dirección de un equipo técnico novel. Mientras la banda sonora permanece en un discreto segundo plano; al montaje, indudablemente correcto, no se le aprecia ni una sola virguería que le haga digno de mención, llegando a una fotografía que, en ningún momento, alcanza la altura del producto.

El director, por su parte, alterna conseguidas secuencias de absoluta maestría cinematográfica con las propias de un video-clip, correspondiendo las segundas al rodaje que se desarrolla en espacios abiertos. No será fácil olvidar el vaivén de la cámara en el escondite inglés con Laura adulta, ni la creación de pasajes contaminados de una atmósfera enrarecida procedente del mejor terror clásico, ni los fotogramas memorables que reproducen primeros planos de una actuación brillante, ni la ternura de dos miradas que se cruzan frente a un piano. Lamentablemente, tampoco son fáciles de olvidar las tomas a ras del suelo, los encuadres desencuadrados ni los retimes de la playa.

Esa irregularidad alcanza al corazón del orfanato, Belén Rueda, quien no llega a establecer química alguna con Fernando Cayo ni con el joven Roger Príncep, brillante en todas sus intervenciones. Un personaje que, como la mujer que le da vida, sabe remontar de la nada al todo, de la fingida actriz con cara de pánico tras el grito de ¡acción!, al aspecto que debería tener la entereza si decidiera personificarse.

Para configurar el resto del reparto, la dirección de casting apuesta fuerte por los actores secundarios, con la impagable presencia escénica de Geraldine Chaplin y la inestimable colaboración de una gran dama del teatro catalán, Montserrat Carulla.





En todos los casos, El Orfanato es un acierto importante del cine español, en cuanto aporta una respuesta clara y concisa sobre el tipo de cine que el público quiere ver y por el que paga (un dato importante) en las salas de proyección (ésas que podrían verse cerradas). El tipo de cine que concilia a crítica y masas, tal vez por contener un innegable toque americano que tanto gusta al espectador y tan poco a los cineastas patrios. Y es que los primeros seguimos pensando que para perderse en “la película más personal de......” siempre habrá tiempo, o no.

Aclamada por los críticos europeos, adquirida por la industria estadounidense, inmejorable trampolín de un equipo debutante; para la fijación obsesiva de esta servidora por los “flashbacks”, siempre será el referente imprescindible que lleva a la resolución magistral de una trama con sólo tres fogonazos. Rápidos. Decisivos. Cortantes. Uno, Dos, Tres, ¡Toca la pared!.

miércoles, 10 de octubre de 2007

PROMESAS DEL ESTE



FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA

TITULO ORIGINAL Eastern Promises
AÑO 2007
DURACIÓN 99 min.
PAÍS REINO UNIDO
DIRECTOR David Cronenberg
GUIÓN Steven Knight
MÚSICA Howard Shore
FOTOGRAFÍA Peter Suschitzky
REPARTO Viggo Mortensen, Naomi Watts, Vincent Cassel, Armin Mueller-Stahl, Sinéad Cusack, Donald Sumpter.




SINOPSIS
: El misterioso y carismático Nikolai, nacido en Rusia, es el chófer de una de las familias más importantes del crimen organizado de Europa Oriental. Encabezada por Semyon, el encantador dueño de un caro restaurante ruso que esconde una naturaleza brutal y fría detrás de su sonrisa, la suerte de la familia se tambalea por culpa de Kirill, su alocado hijo, que hace más caso a Nikolai que a su propio padre. Pero la cautelosa vida de Nikolai cambia de golpe cuando conoce a Anna, una comadrona que trabaja en un hospital de Londres. Anna está muy afectada por la situación en la que se encontraba una adolescente que muere dando a luz, y decide buscar a la familia de la chica basándose en el diario que dejó escrito en ruso. Al escarbar en el diario, Anna desencadena involuntariamente la ira de los mafiosos...

Poderosa dirección y brillante puesta en escena para una noveleta de mafia edulcorada, que, tras un curso intensivo de lengua rusa con traducción simultánea, poco –o nada- tiene que ofrecer. Especialmente recomendada para los que se emocionan con David Cronenberg sucumbiendo a la seducción del cine convencional, con los desnudos de Viggo Mortensen y con el trasero de Naomi Watts en moto.






David Cronenberg, cineasta canadiense que con tantos y tan buenos sustos deleitó la infancia de los amantes del miedo de una generación entera. Probablemente, el director que peor adaptación cinematográfica haya hecho de una novela de Stephen King, La Zona Muerta, que, -cosas de la edad- tanto nos gustó. Y que, tras un remake –no mejor- de La Mosca, clásico terrorífico favorito de la que suscribe, volvió a amedrentar al paciente espectador con aquellas cosas asquerosas que Vinieron De Dentro De... no se sabe dónde, para hacer vomitar. Justo cuando el universo friki se relamía de gusto con alucinados títulos como Videodrome, Scanners, Existenz o Spider, el creador de Rabia decide que –bien pensado- no hay mejor terror que el que procede del interior del propio ser humano, por lo que conviene fomentar las transformaciones psicológicas, explotar la doble moral de sus planos personajes y rodar una “película normal”, Una Historia de Violencia, con la que alcanza una talla considerable que aumenta –si cabe- su valoración.

En la presente ocasión, Cronenberg se equivoca de historia y, lo que es peor, de guionista. Al adentrase en un argumento de mafias, pactos y familias, la memoria histórico-cinéfila remonta el vuelo hacia paraísos fiables de tiempos mejores y producciones envidiables, para desembarcar en el peligroso puerto en el que las odiosas comparaciones fílmicas resultan inevitables. En dicho ejercicio, fácil es observar que el desnudo de Mortensen, en una escena similar de violencia sexual, transmite mucho menos al espectador que la que protagonizara Robert De Niro, realmente escalofriante, con toda su ropita (Érase una vez en América, Sergio Leone); que la insostenible situación que propicia el enamoramiento del chico malo con la chica buena, aborta por su insensatez, frente a la que Martin Scorsese construyera para Uno de los Nuestros; o que la paz entre familias filmada por Coppola, que hará correr ríos de sangre, suscita más tensión que el corte de cuellos sangrando a borbotones. Debe de ser porque la violencia sugerida siempre fue más turbadora que la explícitamente mostrada, aunque sea Cronenberg quien la represente. Debe de ser porque “los cineastas no son alquimistas, y los excrementos de gallina (guiones como el de Promesas del Este) nunca se podrán transformar en chocolate”.



A lo largo de los cien minutos que componen su metraje (que se antojan mil seiscientos), la lentitud y la solemnidad (que, una vez más citando al dios Wilder, nunca fueron sinónimos de profundidad) llegan a desesperar. La inadecuada utilización de la excelente banda sonora y la intriga inexistente, sofocan el factor sorpresa adelantando los acontecimientos, por lo que los tres secretos que conserva el relato serán desvelados con previsible nitidez, sin necesidad de recurrir a la traducción del diario, ni a la ridícula pregunta de “Necesito saber quién eres” con la que culmina el rollito morboso con asesino a sueldo irresistible.





Y, si no convence la edulcorada noveleta de mafias rusas afincadas en Londres, que, prescindiendo de todo tipo de documentación veraz al respecto, se limita a recopilar tópicos para desbarrar en una historia incapaz de provocar el más mínimo interés; tampoco lo hace la irrisoria trama paralela de adopciones, más cercana a un regalo imposible de Reyes Magos que a lo que el convenio de La Haya dictamina en la materia.

Nos quedamos, por lo tanto, con los aspectos técnicos de una producción impecable, entre los que destaca su sobria fotografía; con la siempre agradable presencia escénica de Naomi Watss, con las interesantes interpretaciones de los actores secundarios; y con un director que, por momentos, nos recuerda la genuina brutalidad ingeniosa del salvaje Peckinpah.

miércoles, 3 de octubre de 2007

LA EXTRAÑA QUE HAY EN TI




TITULO ORIGINAL The Brave One
AÑO 2007
DURACIÓN 119 min.
PAÍS USA
DIRECTOR Neil Jordan
GUIÓN Roderick Taylor, Bruce A. Taylor, Cynthia Mort (Historia: Roderick Taylor, Bruce A. Taylor)
MÚSICA Dario Marianelli
FOTOGRAFÍA Philippe Rousselot
REPARTO Jodie Foster, Terrence Howard, Naveen Andrews, Nicky Katt, Mary Steenburgen
PRODUCTORA Warner Bros. Pictures / Village Roadshow Pictures / Silver Pictures



El vehículo estelar que garantiza el lucimiento de una de las mejores actrices de los últimos tiempos y el peculiar estilo de un director irregular e impredecible, convergen en un peligroso argumento que, por su desarrollo manipulador, sólo termina convenciendo a quienes no entendieron que “en un ojo por ojo, el mundo se quedaría ciego”.





Añorando el universo conciliador que forjara el roswelliano Frank Capra, sería maravilloso pensar que son puramente profesionales los motivos que llevan a Jodie Foster a embarcarse en el peligroso argumento que, previa revisión, se convierte en un vehículo estelar que garantiza su lucimiento. Aun siendo así, puede que la ambiciosa productora vuelva a equivocarse, casi tanto como en la revisión que hiciera de El Rey y Yo en 1.999. En cualquier caso, parece que los cuatro oscars de Katherine Hepburn seguirían sin temblar, como muchos creyeron al observar la meteórica carrera de la agente del FBI en el thriller de Jonathan Demme.

Persiguiendo, quizás, el espíritu de Taxi Driver y con un final tan sorprendente como el de Infiltrados, La Extraña que hay en Ti, -traducción benévola de “la valiente”-, nada tiene que ver con el cine de Martin Scorsese. Si bien es éste un “director violento”, la violencia de su filmografía sólo se entiende desde la mirada de quienes la rechazan. Así pues, señalada la diferencia, la temática de la producción que hoy comentamos, tampoco nos acerca al subgénero de los años 80 en el que las calles se llenaban de maleantes contra los que luchaba un Charles Bronson en plena posesión de sus facultades físicas. Títulos como Yo soy la Justicia o El Justiciero de la Noche, tachados de ideología fascista, meros espectáculos de acción, carecían de elementos manipuladores que incitaran a desarrollar la empatía en el espectador. Es ahí donde reside la peligrosidad del argumento creado por los Taylor, encaminado a la justificación de lo injustificable.

Los veteranos guionistas, además, olvidan la sabia frase de Joseph L. Mankiewicz, según la cual. “La diferencia entre la vida real y las películas es que un guión tiene que tener sentido y la vida no”. Cuando menos, resulta inverosímil que, en una ciudad que estadísticamente se encuentra entre las más seguras del planeta, una misma persona llegue a estar en peligro de muerte en tres ocasiones consecutivas durante un espacio de quince días. A partir de ahí, las banalidades se suceden entre el vaivén de las cámaras temblorosas, los juegos de luces y un ritmo brutalmente tedioso, para alcanzar una inesperada resolución que atenta contra los pilares de la Democracia. Una vez más, la sociedad americana sigue dividiendo al mundo en “buenos” y “malos” y, con más descaro que nunca, se comprende la maldad en los honestos.





Tras un “curso acelerado sobre Nueva York”, Neil Jordan, director impredecible, debió de sentirse como pez en el agua al recibir el encargo. Experto en argumentos arriesgados y en engaños efectistas, nunca tuvo problemas para idear una salida digna a los hechos violentos, ni para mostrar que, detrás de un asesino, siempre hay una persona, cualquiera de nosotros como se indica en esta ocasión. Tan decepcionante cineasta, cuenta también con el agravante de creerse un genio, una especie de Stanley Kubrick en el rodaje eterno de La Naranja Mecánica.

Y, aunque siempre se agradece la personalidad que algunos directores demuestran tras las cámaras; la marcada influencia técnica de “los jóvenes airados” y la abundancia de planos medios del realismo inglés del Free Cinema, terminan mareando. Todo ello, por supuesto, destacando los atributos físicos de la productora ejecutiva, ahora con unos cansados ojos azules asustados, ahora con unos labios parlantes en la radio, ahora con el sugerente roce de una mano... mientras el mundo seguro que conocimos se transforma y la agorafobia gana la partida a los flashbacks, las voces en off y las virguerías del montaje.

Es posible que este lamentable producto sólo sea recordado por el rodaje de la agresión que sufren los protagonistas, impropia de la falta de elegancia de Jordan, más dado a la filmación de planos absolutamente vomitivos. Más, todo hace suponer por los resultados de taquilla, que nos enfrentamos a un nuevo tipo de cine, que, sinceramente, aterroriza.