
TITULO ORIGINAL Leatherheads
AÑO 2008
DURACIÓN 114 min.
PAÍS USA
DIRECTOR George Clooney
GUIÓN George Clooney, Steven Soderbergh, Duncan Brantley, Rick Reilly, Stephen Schiff
MÚSICA Randy Newman
FOTOGRAFÍA Newton Thomas Sigel
REPARTO George Clooney, Renée Zellweger, John Krasinski, Stephen Root, Wayne Duvall, Keith Loneker, Malcolm Goodwin, Matt Bushell, Tim Griffin, Robert Baker, Nick Paonessa
PRODUCTORA Universal Pictures
Es innegable que George Clooney-actor transmite clasicismo desde todos y cada uno de los poros que pueblan su piel. Elegantemente sofisticado, atractivamente original, encantadoramente seductor, siempre estuvo tocado de ese halo de divinidad que solía envolver a los mejores galanes de la etapa dorada de Hollywood. Si hubiera que definirle con una sola palabra, es posible que la adecuada fuera la de “distinción”. El George Clooney cineasta es un ejecutor disciplinado y correcto, infatigable trabajador, de tomas precisas y detallados storyboards, con originales (que no ingeniosos) movimientos de cámara, con cierto gusto por rodar a cantantes en directo, que muestra una especial obsesión por la adaptación literal de los guiones que traslada a la pantalla. A todas luces, sólo era cuestión de tiempo que el porte clásico del actor y la probada habilidad del cineasta en la recreación de historias de época, (recordemos una nominación a los Oscars por Buenas Noches y Buena Suerte), se unieran para subirle al carro de los directores cinéfilos que necesitan homenajear a los Grandes de la Historia del Cine; y Ella es el Partido, ambientada en 1925, parecía ser la ocasión perfecta.
De esta manera, el director aspira a una técnica inspirada en los métodos de Lewis Mileston (una pretensión nada elevada, si tenemos en cuenta que éste sólo fue un modesto artesano), para revivir una de las batallas de género a las que nos acostumbró George Cukor (es decir, de ésas cuya reproducción resulta más imposible que difícil), en una comedia de Howard Hawks (equivocadísima intención desde el momento en el que “Ella” no es el sujeto de la trama, sino el predicado sobre el que recae la acción de un protagonista absoluto que es el fútbol...americano). El productor, por su parte, se decanta por un acercamiento a las alocadas comedias de Preston Sturges y, ya puestos, de Billy Wilder, olvidando que el gran secreto de las películas de ambos estuvo en sus incomparables guiones; mientras que el director de fotografía apuesta por un baturrillo entre Sturges y Hawks. Un planteamiento demasiado complicado que, sin embargo, nos lleva hasta una clara conclusión.

En el siglo XXI, –(emprendemos el viaje hacia la conclusión inevitable)-, es posible rodar al estilo de los años cuarenta, con cámara estática, multitud de cámaras fijas, travellings laterales que evitan los grandes movimientos de imagen, ausencia de ángulos oblicuos y de grúas en el rodaje que ofrezcan panorámicas importantes, y encuadres siempre tomados desde la perspectiva de los actores. En el siglo XXI, ese estilo se puede mejorar con efectos de digitalización, que pasan desapercibidos en una producción interesantemente artesanal. En el siglo XXI, se puede reconstruir fielmente el ambiente de los años veinte y la estética de los treinta; reproducir el vestuario, recurriendo a telas que se encuentran en desuso; diseñar el interior de trenes obsoletos; imitar el magnetismo de Cary Grant; alquilar hoteles que fueron inaugurados en 1921; intentar una aproximación hacia Barbara Stanwyck; pintar los labios de Clooney y “dejarle en tierra” en una moto con sidecar, en clara alusión a La Novia era Él; recuperar algunas de las frases “Necesitábamos un héroe, y lo creamos”, “A veces, este trabajo apesta” de Juan Nadie; buscar localizaciones de la época, y hasta obtener permisos de museos en las dos Carolinas (norte y sur) para rodar. Pero en el siglo XXI, todavía no es posible resucitar a guionistas como Sturges, como Wilder, como Charles Lederer, como Leonard Spigelgass, como Hagar Wilde, como Ben Hecht, como Ruth Gordon, como Garzón Kanin, como Dudley Nichols... y resulta descabellada la idea de sustituirlos por dos periodistas deportivos, noveles en la escritura de guiones cinematográficos.

El guión de Ella es el Partido, como era de prever, dando al traste con el considerable esfuerzo del diseño de producción y con el encomiable trabajo en la dirección técnica, no aporta los diálogos ingeniosos y punzantes que distinguieron la mejor comedia clásica americana, no confiere carisma alguno a sus acertados y estereotipados personajes (rudos jugadores, representantes sin escrúpulos, reporteros borrachos y jovencitas que luchan por abrirse camino en un mundo de hombres), no garantiza la consistencia de un argumento que se eterniza en interminables partidos, de estrategias desconocidas para la gran mayoría del público español; para, en su defecto, ofrecer una historia perfecta sobre las maquinaciones de un deporte naciente, sobre la rivalidad existente entre la liga universitaria (que llena los estadios) y la profesional (que carece de prestigio), sobre las reglas inexistentes de un novedoso juego, que empiezan a establecerse mediante casuales anécdotas.

Por todo ello, el pretendido y conseguido sabor clásico de la tercera película de Clooney, (que no cuenta con la planificación de Wilder, ni con la dirección de actrices de Cukor, ni con la fortaleza de las féminas de Hawks, ni con el valor suficiente para buscar un equilibrio que hiciera accesible el producto), queda diluido en un continuo 17-29-32.... A mí que no me pregunten si es una estrategia de partido, se citan los dorsales de algunos jugadores por motivos que me son desconocidos, o simplemente se cumplimenta un boleto de la lotería primitiva.