martes, 19 de febrero de 2008

HISTORIA DE UN DETECTIVE. Edward Dmytryk, 1945.



FICHA DE LA PELÍCULA:

TITULO ORIGINAL Murder, My Sweet
AÑO 1945
DURACIÓN 95 min.
PAÍS USA
DIRECTOR Edward Dmytryk
GUIÓN John Paxton (Novela: Raymond Chandler)
MÚSICA Roy Webb
FOTOGRAFÍA Harry Wild
REPARTO Dick Powell, Claire Trevor, Anne Shirley, Otto Kruger, Mike Mazurki, Miles Mander, Douglas Walton, Don Douglas
PRODUCTORA RKO


Es curioso cómo, para bien o para mal, un filme puede quedar sentenciado en los primeros minutos de proyección. Sentenciado por parte del espectador crítico y exigente, entre los que creo encontrarme. En este sentido, recuerdo haber tenido uno de mis mayores flechazos positivos con un plano inicial en el que, desde el cenit de la visión de la cámara, unas cuantas manos y unos sombreros de ala ancha discutían bajo la intensa luz del flexo solar. Desde ese momento, supe que no me encontraba ante una película cualquiera.

Harry Wild, una de las insignias de la fotografía del cine negro junto a otros nombres como Nicholas Musuraca y James Wong Howe y responsable de fotografías de clima y obsesión como Una aventura en Macao, de Josef Von Sternberg o La mujer en la playa, de Jean Renoir, se hace cargo de las luces y sombras de esta historia, dirigida por un hombre ducho en los terrenos del expresionismo urbano al que nos condenaron todos los relatos de crímenes extraídos de los salones de té por autores de la talla de Dashiell Hammett, Raymond Chandler o Ross McDonald.

Las mujeres, retratadas con la mayor luminosidad posible dentro de la oscuridad de la que emergen sus apariciones, son misterios envueltos en enigmas dentro de acertijos que sólo un tipo de honradez incorruptible es capaz de descifrar. En este género, difícil de delimitar entre las fronteras áridas y oblicuas de la maldad humana, se dan cita las féminas equívocas junto a un enredo permanente de nombres que, relegando al propio argumento y haciendo que, por momentos, deje de interesar, apuestan por el presente inmediato de la narrativa técnica. Los tintes claroscuros de la fotografía, la cuidada planificación con picados, contrapicados, grandes angulares y profundidades de campo, serán la impresión precisa que remarque las peculiaridades del mundo mostrado. La técnica al servicio de la narrativa. La narrativa que se ve realzada por la técnica. El origen de ese concepto que es la narrativa técnica, y el equilibrio perfecto que tantas veces he buscado, sin hallar, en tantos otros géneros.

Wild, bajo las órdenes de Dmytryk y de otros pocos afortunados, fue uno de los representantes más importantes de un cine que se encarga de retorcer sus guiones hasta exprimir el jugo de nuestras más inocentes preocupaciones. No hay cabida para la intuición, y todos los pronósticos suelen fallar, ¿quién se atreve a aventurar lo que puede pasar a continuación si no ha podido asimilar todavía lo que ha pasado un instante antes?. Los ojos de los héroes, escondidos en sombreros de ala ancha, no nos darán la solución. Sus cuerpos, cubiertos de gabardinas, uniformes distintivos de los que luchan contra la mezquindad, parapetados tras una trinchera, impermeable a la refinada perversión de la mente humana a la que se ven obligados a asistir como espectadores con el percutor siempre dispuesto a disparar.

Por estos componentes, “Murder, My Sweet”, nuevo misterio para Philip Marlowe y gran éxito para la RKO, fue considerada por la Nouvelle Vague como el prototipo de película de cine negro, en la que se dan cita todos los elementos arquetípicos del género.

Este proyecto le llegó a Edward Dmytryk en 1945; en esa época anterior a su acusación y posterior encarcelamiento por parte del Comité de Actividades Antiamericanas del Senador Joseph McCarthy, en la que pudo realizar grandes obras de carácter personal que, dentro de la misma disciplina de los estudios, le elevó a la categoría de autor en ciernes. Después de ese triste episodio y de dieciséis meses en la cárcel, Dmytryk decidió declarar ante el Comité, lo que supuso una liberación que le permitió seguir trabajando; y aunque aún tuvo títulos de relevante interés como la excepcional El motín del Caine, su carrera derivó por derroteros mucho más comerciales, eso sí, incluyendo en todas sus historias algún personaje que, sin venir al caso, tenía un brazo roto, o una pierna lesionada o le faltaba algún miembro, símbolo personal del director como metáfora de la mutilación moral que sufrió al dar el paso de la terrible delación.

En Historia de un detective, la maldad se presenta en todas sus facetas a través de un universo de oscuridad, de sombras sugeridas, de disparos que queman con su pólvora en el alma, del intento desesperado por preservar la dignidad de quien, sin más quimera que su honestidad, intenta desentrañar de la tierra las mismas raíces del mal.

No cabe duda de que no siempre los remakes de películas de altura son una buena idea, pero en este caso sí que cabe mencionar la excelente versión que en los años 70 realizó Dick Richards con “Adiós, muñeca” (Farewell my lovely, 1975), climática adaptación, llena de humo en los ojos y colores propios de las colinas de Los Ángeles, de una historia que no hace más que demostrar con cuánta facilidad podemos enamorarnos de la persona equivocada.

1 comentario:

Ivan dijo...

Casi no me acuerdo de esta película, a ver si la reviso, lo que recuerdo es que me dejó una grata impresión. Esta bien la labor de recuperar el cine de este director, ya que Dmytryk nunca ha sido un director considerado como otros, pero posee tan buen cine como otros cineastas más reconocidos.
Estupenda reseña, sin duda.
Saludos!