miércoles, 4 de julio de 2007

FLYBOYS: HÉROES DEL AIRE.




Si bien es cierto que las grandes películas de combates aéreos siempre fueron rodadas por pilotos auténticos –y el oscarizado Tony Bill lo es-, tampoco es mentira que su estereotipado y anodino guión, carente de verosimilitud, convierte a Flyboys en un híbrido amorfo entre el Pearl Harbor de Michael Bay y las Leyendas de Pasión de Edward Zwick. Un desatino irreparable, que la aleja de títulos míticos a los que pudo superar.



FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA

Reparto: James Franco, Jean Reno, Martin Henderson, Jennifer Decker, Tyler Labine
Director: Tony Bill
Productor: Dean Devlin, Marc Frydman
Duración: 02:20:00
Estreno: viernes 29 junio 2007
Género: Acción, Bélica, Drama.
País: EE.UU.,Francia







Da miedo cada vez que gente como Michael Bay o Dean Devlin (productor de Godzilla) determinan que “hace mucho que no se hace una película bélica”. El primero, ya jugó al “gallina” en su Pearl Harbor particular; mientras que, en este caso, la intención de Devlin no era otra que la de homenajear a la legendaria Escuadrilla Lafayette, aquélla que, con más coraje que medios, combatió a los alemanes en la Primera Guerra Mundial. Claro que, el resultado nos lleva al convencimiento de que es una suerte que ningún miembro de la gloriosa Escuadrilla pueda ver la película. Digamos que el homenaje se pierde en las notas de producción, sin llegar a trascender a la pantalla, por culpa de un malogrado guión. Lo que, sin duda alguna, “C’est un dommage!”, que diría la bella Luciana.

Con sus ambiciosas pretensiones, no exentas de buena voluntad, Flyboys se dedica a buscar referencias en los clásicos. Es un dato significativo y meritorio que se encargue la dirección del proyecto a un piloto profesional, como lo fueron los míticos William Wellman, Howard Hawks y Howard Hughes, que nos dejaron títulos como Alas (primera película ganadora de un Oscar en la Historia del Cine, en 1.929), La Escuadrilla del Amanecer y Los Ángeles del Infierno (ampliamente recreada por Martin Scorsese en El Aviador), respectivamente. Años más tarde, Welman rodaría otra película con el título de La Escuadrilla Lafayette. Tener a Tony Bill tras las cámaras garantiza un virtuosismo técnico en el espacio aéreo que no encuentra continuidad en tierra firme. Es preciso destacar los planos subjetivos que regala en esta cinta, las coreografías que dibujan los avioncitos en el aire, los primeros planos de los pilotos, que tanto nos recuerdan a las escenas del cine mudo, y la obsesión por mostrar la precariedad de aquellas cometas volantes que debieron de ser los primeros aviones de guerra, como siempre hiciera Howard Hawks. La verdad es que se añoran más minutos de vuelo en el metraje.

Por otra parte, tampoco sería justo dejar de mencionar su importante asesoramiento histórico, al parecer, también obra de Bill. “Los caballeros del Aire”, como convinieron en llamar los historiadores a estos conejitos de indias, fueron los últimos en mostrar un código de Honor en las alturas, en esos postreros torneos medievales, que tan bien quedan reflejados en la película.

Si a ambos aspectos, les sumamos la espectacular banda sonora de Trevor Rabin, la fotografía perfecta de Henry Braham (sólo tenemos que recordar el reflejo del escuadrón en las aguas transparentes del río), sus inmejorables efectos de sonido, el buen trabajo en la interpretación de Martin Henderson, la aceptable dirección artística; y, además, tenemos en cuenta que el aire y los aviones de la Primera Guerra nunca lograron grandes obras de arte en cine, nos damos cuenta de que éste sí que pudo ser el gran homenaje que se merecía la noble Escuadrilla.

Sin embargo, no lo es. La tecnología nunca podrá compensar el fallo que se produzca en la adaptación de un guión cinematográfico, y Flyboys vulnera el gran mensaje que deriva de las mejores producciones bélicas, el que ya promulgara Wellman en 1.929, el que ratificara el maestro Kubrick en Senderos de Gloria, el que emitiera Lewis Milestone en Sin Novedad en el Frente. “De nada sirve el heroísmo que implica perder todo por el camino”. En su lugar, nos encontramos con una moderna versión light de los hechos, que justifica la participación en cualquier guerra cuando se es vencedor. Gracias a ella, se pueden alcanzar las metas que siempre se soñaron. Ni más ni menos que lo que suele suceder cuando una historia ambientada en la Francia de 1.917 se transforma en una americanada... tipo Independence Day.

No hay comentarios: