miércoles, 6 de junio de 2007

ENTRE MUJERES

Esto es lo que sucede cuando sólo dispones de 10 minutos para hacer una crítica, que te atreves a dar consejos al director. En cualquier caso, no son malos consejos.


Película de buenas intenciones y resultado incierto que, a falta de un guión plausible, busca el apoyo en unos personajes tan estereotipados como predecibles. Una historia perdida entre torpes diálogos que, sin esfuerzo, consigue provocar la lágrima fácil. Recomendada para quienes confunden el significado de la palabra melancolía.



A nuestra querida Meg le empieza a pasar lo mismo que a los muchachos del anuncio de Coca-Cola. Ya se ha convencido de que pertenece a otra generación. Ella, de pasado glorioso, que sobrevivió a los besos franceses, a los orgasmos fingidos en una cafetería, a las tórridas conversaciones telefónicas En Carne Viva, a los tediosos mensajes de Tom Hanks; se convierte, en esta cinta, en mamá, con la finalidad de seducir al nieto que todas querríamos tener... dentro de sesenta años. Mas, como era de prever, encontrará una férrea rival en su propia hija adolescente..... o no. Y es que revelar, con todo lujo de detalles, los argumentos, es exclusivo de un sector de la crítica que, de esa manera, consigue rellenar sus artículos. Da la impresión de que no tuvieran nada más que contar... a veces.

Al hablar de esta película, es obligatorio mencionar, en primer lugar, la acertada labor de casting; por ser, precisamente los actores, los principales –si no los únicos- atractivos del primer trabajo de kasdan. Aun así, no se nos escapa que, en no pocos momentos, las interpretaciones de todos ellos están desaprovechadas, en una historia sin consistencia, apoyada en unos personajes planos que corroboran todos y cada uno de los tópicos generacionales existentes.

En este sentido, el guionista del invento tendría que reflexionar, en próximos proyectos, sobre el tipo de género que quiere abordar, y no dejar este importante aspecto en manos de la Divina Providencia, como –todo parece indicar- ha hecho en la presente ocasión.

Si, finalmente, se decide por la comedia romántica (esta película no lo es), encontrará magníficos referentes en la filmografía de su padre. Si le atraen las historias de corte intimista, -ésas que se escriben poniendo por tintero el corazón-, deberá dirigir sus miradas hacia el lento, pero seguro, caminar del maestro Eastwood; indiscutible líder en la difícil tarea de transmitir el mundo de los sentimientos. Si le interesa el universo femenino aplicado a la comedia costumbrista americana, tendrá que adoptar el toque de ironía, elegancia, sutileza y delicadeza que los críticos descubrieron en la obra de Lubitsch. Si, además, pretende incorporar datos autobiográficos, será imprescindible que se aprenda una frase célebre de Joseph Mankiewicz, aquélla que decía: “La diferencia entre la vida real y las películas es que un guión tiene que tener sentido. La vida, no”.

Intentar realizar, en un primer trabajo, esa mezcolanza entre drama, romance y comedia con tintes autobiográficos, sin llegar a profundizar en ninguno de ellos, para crear una amalgama innecesaria; no resulta pretencioso, sino sumamente arriesgado. Un riesgo que no se supera, que no convence a la crítica y que se termina pagando en taquilla.
Dicen que, con el talento, se nace, y no ponemos en duda el del cineasta debutante. Su primera cinta es una declaración de buenas intenciones. Pero también es cierto que toda técnica se aprende, y la historia del cine está repleta de referencias indispensables a seguir, que, en este caso, ayudan a entender los errores de esta ópera prima. El más clamoroso proviene de la advertencia que realizara John Huston, “No puede haber una buena película si no existe un buen guión”.

A falta de ese buen guión, -el de Kasdan condena a sus personajes a la reproducción de unos diálogos típicos, tópicos y torpes, para consolidar una historia engañosa en la que hasta los besos son previsibles-, nos quedamos con la efectiva dirección de actores, los encuadres perfectos, la elegante utilización de los planos-contraplanos, una excelente escena bajo la lluvia, y esa otra en la que nieto y abuela recuerdan la tierna relación existente entre Ginger Rogers y su padre, ¡por San Judas Tadeo!.

Nos quedamos, igualmente, con el buen trabajo de Meg Ryan, al que se suman los de Olimpia Kukakis, Kristen Stewart y Adam Brody. Nos quedamos, por supuesto, con la impecable actuación de la vampiresa española de Van Helsing. Y, ¿por qué no?, nos quedamos con las artimañas de un cineasta que, de manera truculenta, consigue hacernos reír y llorar. Bastante más de lo que se puede decir, en el cine actual, de otros muchos directores.








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