jueves, 16 de agosto de 2007

RATATOUILLE: Tout le monde peut cuisiner!



FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA:
TITULO ORIGINAL Ratatouille

AÑO 2007 Ver trailer externo
DURACIÓN 110 min.
PAÍS USA
DIRECTOR Brad Bird
GUIÓN Brad Bird (Historia: Jan Pinkava, Jim Capobianco, Brad Bird)
MÚSICA Michael Giacchino
FOTOGRAFÍA Animation
REPARTO Animation
PRODUCTORA Pixar / Walt Disney Pictures




Una efectiva carrera de fondo, de inicio irregular, cuidado desarrollo y apoteósico desenlace. Con la intención “limpérrima” inherente a estos productos, el humor inteligente que caracteriza a sus guionistas y los continuos guiños a los clásicos de animación, la Pixar vuelve a ganar la partida. Por momentos, el espectador se olvida de que, en París, son las ratas las que cocinan.






A estas alturas de la película, poco se fía esta servidora de las buenas intenciones que acompañan a los creadores americanos de la nueva escuela cuando centran sus historias lejos de sus fronteras. Una desconfianza que, en su día, quedó ampliamente justificada con títulos como Mi Gran Boda Griega (Joel Zwick, 2.002), Lost in Translation (la hija de, 2.003) o Bajo el Sol de la Toscana (Audrey Wells, 2.003). Y es que, tras una disparatada comedia, la rebelión reveladora de la señorita Coppola y un delicioso cuento romántico, no dejó de trascender, para avergonzar, la imagen tópica y distorsionada que los norteamericanos dieron de los distintos pueblos y culturas visitados. Todo ello, por supuesto, aderezado con un gran sentido del humor (Su humor), que nombra “tonto de capirote” a aquél que no lo entienda.

Me temo que la costumbre ha llegado hasta “Dibujilandia”. Sabemos que de una sobremesa, en la que se desconoce la trayectoria de las conversaciones, salieron títulos extraordinarios como Bichos, Monstruos S.A. y Buscando a Nemo; y es más que probable, por mucho que se empeñe en despistar la distribuidora, que de un paseo por los Campos de Marte surgiera la historia de la rata cocinera. Sólo que ya se encargan ellos de aliñar el plato para que, en nuestra próxima visita a París, nos abstengamos de llamar “rata” a un maestro hostelero que merodea por sus innumerables jardines.

Ra-ta-tuí, como nos obligan a pronunciar en castellano, debe sus torpes comienzos a dos modas cinematográficas, rescatadas de los mejores clásicos, para ser, en los últimos años, penosamente utilizadas. Se trata de las voces en off y de un larguísimo flashback que justifica la historia del protagonista roedor. También a un acercamiento peligroso a uno de los títulos de la competencia, Vecinos Invasores, de calidad, genialidad y profundidad notablemente inferiores a las producciones de la Pixar.

Superado el poco prometedor inicio, desaparecida la molesta voz de acento francés en off y olvidando que el relato obedece a unos hechos del pasado, la estructura narrativa adquiere una perfecta linealidad que propicia el despliegue de la magia. Los estudiados rostros, de ojos siempre humanos, capaces de emocionar a los que ya perdimos el último diente de leche, la creación de divertidas e inteligentes situaciones, los continuos guiños a los cinéfilos y las lecciones ejemplarizantes, harán el resto; para dar lugar a un apoteósico final, con una declaración de principios de obligada lectura para los criticones.

Por el camino, apreciamos una ligera variante de la célebre frase de Chaplin, “Si te centras en lo que dejas atrás, no podrás ver lo que tienes delante”. Asistimos a la rocambolesca huída de un restaurante, que nos recuerda la aventura del cangrejo Sebastián con el cocinero de palacio. Descubrimos los “bajos fondos” de la capital francesa, tras haberla conocido desde las alturas, gracias al Jorobado de Notre Dame.
Comprendemos la peligrosidad que entraña el adentrarse en otros mundos desconocidamente fascinantes, y la importancia de la familia, herencia de Ariel. Conocemos a una peculiar hada madrina, que, en todo momento, trata de hacernos entender el verdadero significado de la palabra “autoestima”. Nos preguntamos si “existe un lugar mejor para soñar que París”, mientras contemplamos la película en blanco y negro que sustituye la conocidísima pista de aterrizaje por una estación de ferrocarril, en la que, posiblemente, Ilsa y Rick se dieran un penúltimo adiós. Volvemos a las orillas del Sena, en las que Todos Dicen I Love You, al ritmo de una preciosa banda sonora que un americano dedicara a París. Y llegamos a adorar a una rata pulcra y redicha, con cara anodina de Coco de Barrio Sésamo, que deja testimonio de que “los grandes artistas pueden proceder de cualquier lugar”.

Todo lo cual, nos lleva al convencimiento de que, con o sin dobles intenciones y/o ánimo de mofa, los “guionistas de adultos” tienen mucho que aprender de los diseñadores de dibus. A fin de cuentas, “¡Cualquiera puede cocinar!”.

miércoles, 8 de agosto de 2007

GRINDHOUSE: PLANET TERROR




FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA:


TITULO ORIGINAL Grindhouse (Planet Terror)
AÑO 2007
DURACIÓN 95 min.
PAÍS USA
DIRECTOR Robert Rodríguez
GUIÓN Robert Rodríguez
MÚSICA Graeme Revell, Robert Rodriguez, Carl Thiel
FOTOGRAFÍA Robert Rodríguez
REPARTO Freddy Rodríguez, Bruce Willis, Rose McGowan, Josh Brolin, Naveen Andrews, Marley Shelton, Michael Biehn, Stacy Ferguson, Jeff Fahey, Michael Parks.






SINOPSIS:

Mientras los afectados por un extraño virus se convierten en un ejército de agresores enloquecidos, Cherry (Rose McGowan), una bailarina de striptease lisiada, y su ex-novio Wray (Freddy Rodríguez) dirigen un espontáneo equipo de guerreros, adentrándose en la noche hacia un destino que dejará millones de afectados, infinidad de muertos y unos cuantos afortunados supervivientes que lucharán por encontrar el último rincón seguro en el mundo.





Acertadamente, mala. Divertidamente vomitiva. Absolutamente genial. El punto exacto en el que lo imposible, anómalo, chabacano y absurdo convergen en el mostrador del casquero, para dar rienda suelta a esa otra manera de entender el cine que es la serie B. Sin duda alguna, la película que sólo Robert Rodríguez podía concebir, entender y filmar, sin miedo a perder su prestigio como cineasta.





El proyecto Grindhouse es un homenaje a las salas de cine americanas que, en los años setenta y ochenta, proyectaban filmes de bajo presupuesto. Aquéllos que, según Robert Rodríguez, “tenían buenas ideas, pero carecían de medios para materializarse”. Imagino que los mismos que, más tarde, empezaron a poblar los primeros video-club albaceteños, a los que fui asidua. Está compuesto por dos películas, la que hoy comentamos y Death Proof de Quentin Tarantino, entre las que se insertan cuatro tráileres ficticios de películas inexistentes, firmados por directores habituales del género, como Eli Roth, Rob Zombie y Edgar Wright, y por el propio Rodríguez.

En realidad, el invento no es nuevo, ni cuando se trata de hacer una parodia de las películas de terror, véase (o mejor, no) la estúpida saga de Scary Movie; ni cuando se propone un homenaje a las sesiones dobles. Recordemos que en 1.978 Stanley Donen rodó Movie, Movie, formada por otras dos películas, un drama que gira en torno a un boxeador, de título Manos de Dinamita, y un musical que se llamó Las Bellezas de Baxter, 1.933; precisamente, para homenajear las sesiones dobles del cine de los años treinta.

En países como Estados Unidos, Gran Bretaña o Australia, el lote Grindhouse se estrena completo; en el resto del mundo, se fracciona, porque “no entenderíamos este tipo de formato”. Cuando la verdad es que, por entender, hasta entendemos que tendremos que pagar doble por lo que otros han adquirido en un dos por uno, y que, con la excusa de su extensa duración, se intenta justificar su estrepitoso fracaso de taquilla.



De esta manera, y a la espera de la apasionante persecución de coches que promete la historia de Tarantino, nos quedamos con la genialidad escrita, dirigida, fotografiada, montada y “musicalizada” por Robert Rodríguez, la idea que sólo él podía concebir, entender y filmar, y que mantendrá al espectador fuera de órbita desde la aparición de Machete, ser incalificable en versión X, hasta el momento culminante en el que una go-gó de discoteca dispara con una ametralladora que lleva de pierna postiza.

En todo momento, Planet Terror pretende ser una película de terror de serie B, y lo consigue gracias a los efectos de digitalización que simulan el celuloide dañado, con fotogramas que se muestran rayados y moteados, con la pérdida de color y de sonido, aderezados por un infernal montaje, si interesa. Del mismo modo, tanto el argumento, fundamentado en improvisados héroes que luchan contra un ejército de zombis, como los personajes, persiguen idéntico objetivo; llegando al extravío del rollo número 4, ése que en el cine español nunca se habría perdido.

Pero en medio de esa banda sonora de escasa calidad, de esa fotografía imposible, de sus diálogos repetitivos e intencionadamente penosos, de la indecente ambientación que recrea supuestos planos exteriores captados bajo la penuria económica, emerge “el talento inútil número 12” para dar paso a un guión brillante, a un esmerado montaje y a unos efectos especiales que poco tienen que ver con el Grindhouse que se homenajea.

Frente a las escenas típicas extraídas de aquellas inolvidables películas, decididamente malas, que tanto adoramos en otros tiempos, en las que “el bueno”, de mirada vacua, era retenido cuando intentaba salvar al mundo, y el cable de un serrucho eléctrico siempre se desenchufaba para evitar la masacre; hallamos la secuencia cumbre que filmó George Romero en 1.968, la consecución de una camioneta para huir de los infectados, y el surtidor de gasolina que estalla por los aires. También reconocemos en los ojos azules, inyectados en sangre, de indescriptibles lagrimones, de la rubia asustada (Marley Shelton), las situaciones que Giorgio Ferroni inventara para Teresa Gimpera (La Noche de Los Diablos, 1.972).




Para configurar el resto del reparto, como hicieran los productores de La Noche de Los Muertos Vivientes, pero por diferentes motivos; Rodríguez se hace rodear de su entorno más cercano. De algunos de sus familiares (su hijo y sus sobrinas, las gemelas canguro), de los miembros que componen el equipo técnico (el veterano maquillador Tom Savini), y de sus colaboradores y amigos, dejando los papeles protagonistas para actores que proceden de series de televisión, Rose McGowan (Embrujadas) y Freddy Rodríguez (A dos metros bajo tierra). Interesante es comprobar la insistencia que demuestra Tarantino, el último de los clásicos, por Ava Gardner.

Puede que sea cierto, que “a las metas se les vaya la fuerza cuando hablamos de ellas”, pero es un hecho que la bruja-metralleta ya es un incono del género fantástico, y que Robert Rodríguez no sólo se quita una espina al rodar una de zombis, sino que nos deja una de esas mentiras que siempre contribuyeron a engrandecer el cine.

viernes, 3 de agosto de 2007

TURISTAS



FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA

TITULO ORIGINAL Turistas (AKA Paradise Lost)
AÑO 2006
DURACIÓN 89 min.
PAÍS USA
DIRECTOR John Stockwell
GUIÓN John Stockwell
MÚSICA Paul Haslinger
FOTOGRAFÍA Enrique Chediak
REPARTO Josh Duhamel, Melissa George, Olivia Wilde, Desmond Askew, Beau Garrett, Max Brown, Polly Brown, John Stockwell

SINOPSIS: Un grupo de turistas americanos y australianos, tras un terrible accidente de autobús, se encuentran en un remoto pueblo marítimo de Brasil. Allí descubren que las playas de arena blanca y las junglas exuberantes esconden un secreto oscuro e inquietante...



Especie de proyecto de fin de carrera que, inexplicablemente, obtuvo financiación y posterior distribuidora. Aprovechando la buena acogida de bodrios como “Hostel”, y con nulos conocimientos geográficos e históricos, los guionistas estadounidenses, una vez más, se obstinan en insultar la inteligencia internacional. Decepcionante, incluso para los más fervientes amantes del subgénero.





Basada en la típica fórmula de “lo que parecían unas vacaciones paradisíacas, se convirtieron en una pesadilla”, en la paranoica obsesión de los norteamericanos por encontrase siempre en peligro, sobre todo, en aquellos lugares en los que las palabras mágicas “Soy ciudadano de los Estados Unidos de América” no significan nada, y en la explotación de miedos internacionales; Turistas no es una película de terror cualquiera.
En realidad, no es más que una burda recopilación de todo tipo de situaciones y diálogos inherentes a esta clase de historias, sustentada en los clásicos rostros de “moriremos todos” que, por su inverosimilitud, conducen, irremisiblemente, a la mofa tediosa.

Por ello, en no pocos pasajes, la cinta de John Stockwell (ídolo del aire en su juventud) no alcanza la categoría de “película”, traduciéndose en una especie de proyecto de fin de carrera que, inexplicablemente, obtuvo financiación y posterior distribuidora, quizás, por aprovechar el tirón de bodrios como la saga de Hostel.

Su guión –de principio a fin- no sólo se presenta como el paradigma de la incredulidad, sino que, de manera sistemática, se obstina en insultar la inteligencia y el sentido común del espectador. En este aspecto, admitimos la posibilidad improbable de que un grupo de adolescentes descerebrados, tras sufrir un accidente que les sitúa en medio de la nada, centre todas sus energías y preocupaciones en el modo de disfrutar de los placeres gastronómicos y sexuales de un lugar que desconocen (significativo el plano de un preservativo usado). Sin embargo que “la ocurrencia” sea ejecutada por ocho cuarentones, debe de ser la pera limonera.

Del mismo modo, aceptamos la existencia de una lujosa mansión que se ubica en el interior de la más absoluta pobreza, aunque ésta pertenezca al tío de un humilde joven que encontraron en la playa. Claro que, que dicha casita esté equipada de cámaras de seguridad de última tecnología, de ricos manjares, ron añejo y de pantalones vaqueros de la talla exacta de una de los protagonistas, han de ser motivos más que suficientes para empezar a sospechar de sus moradores. Da la sensación de que los niños de USA nunca leyeron La Casita de Chocolate. Como los suecos sí lo hicieron, a éstos se les conduce atados y amordazados, al más puro estilo de Apocalypto.

Por otra parte, no estaría de más que Stockwell se dedicara a explicar en qué punto exacto de la geografía brasileña se unen el mar y la selva, por qué en diez horas de senderismo la intensidad de la luz solar permanece invariable y en qué momento histórico los suecos, australianos y estadounidenses saquean caucho y azúcar brasileños. (Con esta última premisa, miedo tendría que darnos a los españoles veranear en Latinoamérica). Sin contar el mal gusto que sitúa la acción en algún lugar de Brasil, como si en el imperio Bush no existieran este tipo de prácticas, psicopatías y nacionalistas “altruistas”. Por este motivo, ni siquiera convence la supuesta crítica social que propone, ni la original vuelta de tuerca que se observa en el mítico guión de Coma, la célebre historia de Robin Cook, que llevara Michael Crichton a las pantallas.







El desarrollo de la trama, por su parte, fruto de una precisa y exasperante irregularidad, coronada por la incierta medición de los tiempos, contribuye a rematar un malogrado producto, totalmente prescindible para la historia del cine, que nunca debió traspasar sus fronteras... ni ver la luz. Sorprende la simpleza con la que es abordado el desenlace, tanto como el descaro con el que se trunca el factor sorpresa, la recreación enfermiza de los traseros nativos, la penosa planificación de los acontecimientos. Se da el hecho, además, de que incluso las magníficas escenas subacuáticas pierden su brillantez al resultar repetitivas, incurriendo en otro error de guión, el que hace posible que los extranjeros consigan burlar a los lugareños en sus propias grutas.

Una película, en definitiva, que no convencerá a los amantes del suspense, ni del terror, ni a los seguidores de Peter Jackson, maestro del gore. Una historia que ni siquiera los adictos e incondicionales de algunos de estos géneros podemos defender.

NEXT



TITULO ORIGINAL Next
AÑO 2007
DURACIÓN 96 min.
PAÍS USA
DIRECTOR Lee Tamahori
GUIÓN Gary Goldman, Jonathan Hensleigh, Paul Bernbaum (Novela: Philip K. Dick)
MÚSICA Mark Isham
FOTOGRAFÍA David Tattersall
REPARTO Nicolas Cage, Julianne Moore, Jessica Biel, Thomas Kretschmann, Peter Falk, Tory Kittles, José Zúñiga, Jim Beaver






SINOPSIS:

Cris Johnson (Nicolas Cage) es un mago de Las Vegas bendecido con un don que también es una maldición: cuenta con la sobrenatural capacidad de saber qué va a ocurrir a continuación. Johnson puede ver el futuro unos cuantos minutos más allá del momento presente, un talento extrasensorial que, sin duda, le viene muy bien para su trabajo como mago y mentalista en un sórdido club de Las Vegas donde actúa cada noche. Por otra parte, la agente antiterrorista Callie Ferris (Julianne Moore), quiere sacar partido al talento de Johnson con objeto de impedir el ataque que unos terroristas planean ejecutar contra Los Angeles mediante un arma de destrucción masiva. La cuenta atrás de la bomba prosigue y Johnson sería un elemento clave a la hora de impedir un holocausto nuclear. Si no recurre a sus poderes para canalizar su visión a través de los portales temporales correctos para así poder modificar el presente, su futuro – y el de cientos de miles de personas – podría ser una cosa del pasado.




Excelente cinta de acción en la que sólo desentonan el pelucón de Cage y la, en no pocos momentos, sobreactuada interpretación de Moore. Con un desarrollo heredado de la Femme Fatale de De Palma y un perfecto desenlace abierto, sus múltiples aciertos consiguen ocultar la continua incongruencia de un guión obsoleto.




No lo pueden negar. Los USA adoran estar en constante e inminente peligro, y al público le encanta que así sea. Hasta me atrevería a asegurar que se añoran aquellos tiempos de la guerra fría en los que un enemigo tangible, de nombre URSS, siempre estuvo dispuesto a atentar contra su vasto imperio. Cuando, al fin, ello sucede (afortunadamente, sólo en los mejores cines), y la alerta nuclear se extiende al sur de California, desde San Diego hasta Los Ángeles; todas las dudas sobre la potencial incompetencia de su gobierno, quedan disipadas; las fuerzas de seguridad se declaran ineficaces e insuficientes, y un llanero solitario (en esta ocasión, adivino en Las Vegas) logra salvar a la Humanidad.

Con tan ridícula, obsoleta y absurda base argumental, recabada de una novela de Philip K. Dick, inspirador de grandes títulos cinematográficos como Blade Runner (Ridley Scott, 1.982), Desafío Total (Paul Verhoeven, 1.990) o Minority Report (); Tamahori cumple sobradamente con los objetivos fundamentales del mejor género de acción. Agilidad en la estructura narrativa, -que pronto prescinde de una voz en off que no necesita-, escenas espectaculares y un desarrollo de ritmo vertiginoso que crea y mantiene la tensión; arropados por una certera banda sonora y unas bienintencionadas interpretaciones, son las principales bazas de esta producción de considerable presupuesto.

Aunque, sin duda alguna, su mayor acierto se encuentra en la capacidad del cineasta, de probada irreprochabilidad e impecabilidad en la manera de dirigir, al conseguir paliar las múltiples incongruencias del guión. Poco importa que el FBI centre todos sus esfuerzos en localizar al mago de Los 39 Escalones, en lugar de intentar desarticular a una banda de terroristas internacionales de móvil y origen desconocidos, si dicha persecución implacable es trazada con brillantez. Nada preocupa la bochornosa mitosis celular a la que es sometido el protagonista, ni su estrambótica forma de esquivar el peligro, si tras las cámaras se encuentra uno de los mejores artesanos de nuestros días.

El resultado se traduce en un notable ejercicio de puro entretenimiento que, durante hora y media, tiene la virtud de invadir los sentidos del espectador, impidiéndole pestañear, seduciéndole desde el primer fotograma, obligándole a archivar la irrealidad inconsistente de un explotado argumento y, hasta -¿quién sabe?- la propia realidad de su existencia.








Dentro del reparto, nos encontramos con un denostado, vilipendiado y, a menudo, maltratado por la crítica, Nicolas Cage. Un actor que siempre hizo lo que le vino en gana, productor de sus propias películas, que se halla en ese punto en el que se puede permitir el lujo de hacer de su capa un sayo. No es el único en actuar así, ¿acaso no fue Robert De Niro “El Padre de Ella”?.

Julianne Moore, la eterna promesa que nunca termina de brillar, resulta convincente cuando sus papeles no entrañan trascendencia; desmoronándose si sabe que su interpretación será objeto de alabanza. Sorprende su naturalidad en La Mano que Mece la Cuna, tanto como su atavismo irrisorio en Lejos del Cielo, o su sobreactuación desmesurada en Las Horas.
Jessica Biel, por su parte, logrará una interpretación perfecta en su cometido de tía buena, altruista maestra de una reserva india, cuyos encantos no dejarán indiferentes.

Y, como “conocer el futuro resta espontaneidad”, “la libertad implica responsabilidad” y “la belleza es la suma de las partes trabajando juntas, de tal manera que no se necesita añadir o alterar nada”, es posible –y hasta probable- que esta película consiga hacernos olvidar los asuntos que nos atañen... al menos, durante los dos próximos minutos.
¿Quién dijo que eso no es el cine?

jueves, 2 de agosto de 2007

NEXT



TITULO ORIGINAL Next
AÑO 2007 Ver
DURACIÓN 96 min.
PAÍS USA
DIRECTOR Lee Tamahori
GUIÓN Gary Goldman, Jonathan Hensleigh, Paul Bernbaum (Novela: Philip K. Dick)
MÚSICA Mark Isham
FOTOGRAFÍA David Tattersall
REPARTO Nicolas Cage, Julianne Moore, Jessica Biel, Thomas Kretschmann, Peter Falk, Tory Kittles, José Zúñiga, Jim Beaver
PRODUCTORA Revolution Studios / IEG Virtual Studios Present
WEB OFICIAL http://www.nextmovie.com
GÉNERO Y CRÍTICA Ciencia-Ficción. Acción. Thriller





SINOPSIS: Cris Johnson (Nicolas Cage) es un mago de Las Vegas bendecido con un don que también es una maldición: cuenta con la sobrenatural capacidad de saber qué va a ocurrir a continuación. Johnson puede ver el futuro unos cuantos minutos más allá del momento presente, un talento extrasensorial que, sin duda, le viene muy bien para su trabajo como mago y mentalista en un sórdido club de Las Vegas donde actúa cada noche. Por otra parte, la agente antiterrorista Callie Ferris (Julianne Moore), quiere sacar partido al talento de Johnson con objeto de impedir el ataque que unos terroristas planean ejecutar contra Los Angeles mediante un arma de destrucción masiva. La cuenta atrás de la bomba prosigue y Johnson sería un elemento clave a la hora de impedir un holocausto nuclear. Si no recurre a sus poderes para canalizar su visión a través de los portales temporales correctos para así poder modificar el presente, su futuro – y el de cientos de miles de personas – podría ser una cosa del pasado...





Excelente cinta de acción en la que sólo desentonan el pelucón de Cage y la, en no pocos momentos, sobreactuada interpretación de Moore. Con un desarrollo heredado de la Femme Fatale de De Palma y un perfecto desenlace abierto, sus múltiples aciertos consiguen ocultar la continua incongruencia de un guión obsoleto.




No lo pueden negar. Los USA adoran estar en constante e inminente peligro, y al público le encanta que así sea. Hasta me atrevería a asegurar que se añoran aquellos tiempos de la guerra fría en los que un enemigo tangible, de nombre URSS, siempre estuvo dispuesto a atentar contra su vasto imperio. Cuando, al fin, ello sucede (afortunadamente, sólo en los mejores cines), y la alerta nuclear se extiende al sur de California, desde San Diego hasta Los Ángeles; todas las dudas sobre la potencial incompetencia de su gobierno, quedan disipadas; las fuerzas de seguridad se declaran ineficaces e insuficientes, y un llanero solitario (en esta ocasión, adivino en Las Vegas) logra salvar a la Humanidad.

Con tan ridícula, obsoleta y absurda base argumental, recabada de una novela de Philip K. Dick, inspirador de grandes títulos cinematográficos como Blade Runner (Ridley Scott, 1.982), Desafío Total (Paul Verhoeven, 1.990) o Minority Report (); Tamahori cumple sobradamente con los objetivos fundamentales del mejor género de acción. Agilidad en la estructura narrativa, -que pronto prescinde de una voz en off que no necesita-, escenas espectaculares y un desarrollo de ritmo vertiginoso que crea y mantiene la tensión; arropados por una certera banda sonora y unas bienintencionadas interpretaciones, son las principales bazas de esta producción de considerable presupuesto.

Aunque, sin duda alguna, su mayor acierto se encuentra en la capacidad del cineasta, de probada irreprochabilidad e impecabilidad en la manera de dirigir, al conseguir paliar las múltiples incongruencias del guión. Poco importa que el FBI centre todos sus esfuerzos en localizar al mago de Los 39 Escalones, en lugar de intentar desarticular a una banda de terroristas internacionales de móvil y origen desconocidos, si dicha persecución implacable es trazada con brillantez. Nada preocupa la bochornosa mitosis celular a la que es sometido el protagonista, ni su estrambótica forma de esquivar el peligro, si tras las cámaras se encuentra uno de los mejores artesanos de nuestros días.

El resultado se traduce en un notable ejercicio de puro entretenimiento que, durante hora y media, tiene la virtud de invadir los sentidos del espectador, impidiéndole pestañear, seduciéndole desde el primer fotograma, obligándole a archivar la irrealidad inconsistente de un explotado argumento y, hasta -¿quién sabe?- la propia realidad de su existencia.






Dentro del reparto, nos encontramos con un denostado, vilipendiado y, a menudo, maltratado por la crítica, Nicolas Cage. Un actor que siempre hizo lo que le vino en gana, productor de sus propias películas, que se halla en ese punto en el que se puede permitir el lujo de hacer de su capa un sayo. No es el único en actuar así, ¿acaso no fue Robert De Niro “El Padre de Ella”?.

Julianne Moore, la eterna promesa que nunca termina de brillar, resulta convincente cuando sus papeles no entrañan trascendencia; desmoronándose si sabe que su interpretación será objeto de alabanza. Sorprende su naturalidad en La Mano que Mece la Cuna, tanto como su atavismo irrisorio en Lejos del Cielo, o su sobreactuación desmesurada en Las Horas.
Jessica Biel, por su parte, logrará una interpretación perfecta en su cometido de tía buena, altruista maestra de una reserva india, cuyos encantos no dejarán indiferentes.

Y, como “conocer el futuro resta espontaneidad”, “la libertad implica responsabilidad” y “la belleza es la suma de las partes trabajando juntas, de tal manera que no se necesita añadir o alterar nada”, es posible –y hasta probable- que esta película consiga hacernos olvidar los asuntos que nos atañen... al menos, durante los dos próximos minutos.
¿Quién dijo que eso no es el cine?